El diario de Ana Frank

Se oyen golpes en la puerta, es la Gestapo. Anna Frank, su familia y amigos han sido denunciados y los nazis vienen a por ellos. Irrumpen y arrasan con todo, pero no prestan importancia a unas cuantas hojas de papel. En ellas se encuentra el testimonio personal de Anna sobre los dos años de escondite de su familia y varios de sus amigos; la experiencia de ocho personas que vivían, temían, lloraban y amaban juntas en un espacio de unos cuarenta y cinco metros cuadrados. El 12 de junio de 1942 la protagonista de esta historia había recibido por su cumpleaños un regalo muy propio para una adolescente: un diario. Este libro en blanco sería uno de sus principales apoyos desde que un mes después hubiera de refugiarse junto a sus padres y su hermana en la parte trasera del edificio sede de la empresa de su padre. Más adelante se les unirían los Van Daan y Albert Dussel, amigos de la familia.

En este escondite Anna solo podía contar con su hermana como confidente, pero no tenía una relación demasiado buena con ella. Esto le lleva a dirigirse a su diario, y a lo largo de las casi trescientas páginas de que se compone la edición española vemos no solo cómo madura sino también cómo perfecciona su manera de escribir. En las cartas imaginarias de las que se compone el diario, Anna le cuenta a una tal Kitty cosas como lo histéricos que son los Van Daan, sus sentimientos hacia Peter, el hijo adolescente de estos, o las frecuentes discusiones que tiene con su madre y su hermana. Pero lo que escribe refleja sobre todo la enorme esperanza que Anna deposita en la humanidad, en que su situación se resuelva y llegue a existir un mundo donde la guerra no sea lo habitual ni se discrimine a los demás en función de su religión. No es más que una adolescente sin WhatsApp, Internet o incluso teléfono, pero con las mismas preocupaciones que cualquier persona de su edad, dadas sus circunstancias. Estas no son más que algunas de las muchas razones por las que sus palabras siempre estarán vigentes.

Para los curiosos, sabed que después de que los soldados se llevaran el 4 de agosto de 1944 a los habitantes de la “casa de atrás”, Miep Gies, antigua secretaria de Otto Frank, recogió el diario y lo guardó celosamente. Una vez acabada la guerra, se lo entregó a su antiguo jefe, el único superviviente de la familia, pues Anna y su hermana habían muerto en el campo de Bergen-Belsen en marzo de 1945, tan solo un mes antes de que los aliados lo liberaran. En 1947 se publicaba la primera edición del diario y El diario de Anna Frank se convertía en la voz de los que no sobrevivieron a la guerra.

Por Héctor F. Sánchez