Ludi famis (I)

Que Suzanne Collins ha incluido muchas referencias clásicas en la trilogía Los Juegos del Hambre no supone ningún misterio. Seguro que muchos sabéis que los Juegos en sí son una mezcla del mito del laberinto del Minotauro de la Antigua Grecia con los juegos de gladiadores de Roma, y sin embargo es muy posible que no conozcáis todos los detalles a fondo. Y es que las referencias grecolatinas que encontramos en esta trilogía son muchas y no acaban ahí. Servidora se encargará en una serie de artículos de desvelarlas para vuestro (y el mío también) deleite.


En esta primera parte (porque el tema es extenso y da para mucho), empezaremos con el lado mitológico: el mito del laberinto del Minotauro. En esta historia la ciudad de Atenas debía enviar anualmente (aunque algunas versiones dicen que era cada tres o nueve años) siete jóvenes y otras tantas doncellas como un sacrificio que el rey Minos impuso a la polis cuando esta perdió, a causa de una peste, la guerra que la isla le declaró después de que Androgeo, el hijo del rey, muriera a cuernos del toro de Maratón. El joven, atleta sobresaliente, había llegado a Atenas para participar en unos juegos donde venció a todos sus competidores y Egeo, rey de la ciudad, se vengó haciéndolo luchar contra la bestia. Los atenienses, desesperados ante una peste que no acababa, consultaron al oráculo, cuya respuesta fue que se comprometieran a hacer lo que Minos les pidiera. Al igual, en la novela de Collins cada distrito debe enviar al Capitolio dos adolescentes de distinto sexo elegidos al azar como tributos, que pelearán a muerte en una arena hasta que sólo uno quede vivo.

En cuanto al Minotauro y su laberinto, este monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, que en realidad se llamaba Asterio, o Asterión, era hijo de Pasífae, esposa de Minos, y de un toro enviado por Poseidón. Minos, horrorizado, mandó al artista ateniense Dédalo construir un inmenso palacio formado de múltiples salas y corredores de tal manera que nadie pudiese encontrar la salida. Allí fue donde encerró al Minotauro.

Sin embargo, Atenas pronto reaccionó y al tercer año de enviar tributos mandó al héroe Teseo, hijo de Poseidón (aunque otras versiones dicen que su padre era el rey Egeo). Cuando llegó al palacio, Ariadna, hija de Minos, se enamoró de él a primera vista y para ayudarlo a no perderse en el laberinto le dio un ovillo de oro, con la condición de que al salir se casara con ella y la sacara de la isla. Una vez allí Teseo cumplió con lo que todos esperaban y mató al Minotauro a base de puñetazos, se casó con Ariadna y huyó con ella de Creta. A pesar de todo, la abandonó poco después en la isla de Naxos.

Explicado el mito, pasemos a examinar las similitudes: por una parte, en la novela de Collins cada distrito debe enviar al Capitolio como castigo dos adolescentes de distinto sexo elegidos al azar como tributos, que pelearán a muerte hasta que solo uno quede vivo; por otra parte, el laberinto y la intricada arena donde se celebran los Juegos bien se parecen en su función, y por último, todo el distrito 12 tiene sus esperanzas puestas en Katniss, al igual que Atenas en Teseo. Además, los tributos atenienses debían entrar al laberinto sin armas, razón por la que el héroe griego acaba con el Minotauro a puñetazos; al igual, en la matanza de Collins los 24 jóvenes no pueden ir armados al comienzo. Por otra parte, quizás en los mutos que atacan a Katniss y a Peeta al final se podría ver, ¿por qué no?, una referencia al hijo de Pasífae.

Pero las referencias clásicas no acaban ahí, y puedo adelantaros que en el próximo artículo nos trasladaremos a Roma.