Limpia de prejuicios tu estantería

¿A cuántos apocalipsis hemos sobrevivido ya? Pero aun así seguimos con los mismos prejuicios. ¿Qué es el arte? ¿Qué la literatura? ¿Cuál es la diferencia entre un autor literario y el que no lo es? ¿Qué es mejor, una editorial grande o una pequeña, tener agente o no? ¿El autor ha de ser misterioso o cercano? ¿La LIJ es literatura? ¿Y la ciencia ficción o el terror? ¿Quién es más lector, quien lee a Joyce o quien disfruta con Tolkien? Sinceramente, todo son prejuicios y palabras vacías que ya empiezan a aburrir.

Recuerdo con cariño las clases de una profe pequeñita, entusiasta e hiperactiva en las que nos hablaba sobre el mundo del arte y de aquellos pocos que decidían qué era arte y que no. Después entré a trabajar en el mundo editorial y más tarde en una librería, y me encontré con distintos personajes que creían que los lectores se dividen por qué género les gusta, y los autores por el mundo en el que se sienten más cómodos, realidad o ficción. En mi humilde opinión, tonterías.

No nos engañemos, ese mundo del arte existe, esa crítica feroz que decide marginar la literatura juvenil en las revistas o especiales literarios, también está ahí. Pero los lectores tenemos más poder del que creemos y ahora existen herramientas para remediarlo, y no hay más que leer las increíbles reseñas que algunos bloggeros escriben.

Recuerdo que hace años rehuía los nombres de los autores de aquellos libros que me apasionaban, me agarraba como a un clavo ardiendo a la idea misteriosa y casi mística del autor, pero más tarde empecé a conocer a algunos y me enamoré de ellos. Algunos de esos personajes torturados y divertidos son hoy día buenos amigos, pero no porque sean autores de algunos libros que me encantan, sino porque como personas valen más que como escritores -y no os lo toméis a mal, chicos, es un piropo-, pues cualquiera que valga más por su “trabajo” que por su persona, creo que poco tendrá que aportar a una historia.

¿Y qué quiero decir con toda esta palabrería?, os preguntaréis. Como decía al principio, hemos sobrevivido al apocalipsis, estamos aquí, con crisis o sin ella, pero más allá de los problemas económicos, hemos de recordar que el ser humano es un ser creativo y creador, vivimos de nuestros sueños y nuestro mundo se conforma por lo que somos capaces de imaginar. Si me permitís ofreceros un propósito para este año, limpiemos nuestra estantería mental de prejuicios literarios. Existen magníficos autores que sólo han publicado con editoriales pequeñas o en e-book, críticos geniales que puntúan las mejores lecturas con gatitos en su blog, editoriales que trabajan para y por la cultura, libros que, aunque no sean considerados “literatura” por algunos, cuentan historias maravillosas que no os podéis perder.

El mundo literario está cambiando, la cultura y el arte evolucionan como nosotros, y aquellos que se queden estancados se perderán por el camino. Lo hemos visto con la economía, con las ideologías, con la política… Pero no podemos perder lo que nos hace únicos, nuestra capacidad de crear y vivir mundos más allá del día a día, la posibilidad de compartirlos y de hacer los sueños realidad.

Un buen amigo siempre me dice: “Primero escribe para ti, disfrútalo. Si lo haces, lo demás vendrá después por sí mismo”. Disfrutad con lo que hacéis y con lo que leéis. Porque os digan que tenéis que leer a Tolstoi o a Dostoievski, no lo hagáis si no os apasiona. Si queréis compartir vuestro trabajo y optáis por el e-book, adelante. Lo importante no es qué dirá ese grupo de eruditos que deciden qué es literatura y qué no, sino la calidad de vuestro trabajo, el entusiasmo que volcáis en él.

Ahora mismo tenemos la posibilidad de publicar y autopublicar, de ver nuestro libro en papel y en formato digital sin depender de nadie. Es como si volviéramos atrás en el tiempo, a aquellos días en que los escritores llevaban sus manuscritos a la imprenta y después los repartían por pequeñas librerías y quioscos. Pero no nos olvidemos de la calidad. Las editoriales y los agentes literarios no sólo nos proporcionan una plataforma para saltar a las librerías, sino un filtro.

Como decía, las posibilidades de las que disponemos son amplias y magníficas, pero los filtros son imprescindibles. Hace años me dieron un gran consejo que pongo en práctica con todo nuevo manuscrito: “deja reposar la historia en un cajón”. Cuando hayas terminado una obra, déjala en un cajón y, con la cabeza fría, revísala, reléela, reescríbela. El trabajo del escritor no es sólo inventar una historia y unos personajes, sino que la historia sea coherente y llegue al lector limpiamente. El filtro no sólo has de ser tú, sino varias personas en las que puedas confiar, quiénes te vayan a decir la verdad sea dulce o no. Sólo a través de ese trabajo podrás decir, “bien, ya tengo el libro, ¿ahora cómo lo publico?” y así escoger ante las posibilidades.

El problema de las personas que autopublican sin hacer caso de estos filtros, es que se hacen un flaco favor a ellos mismos y a la literatura. Pensadlo un momento, si tu primer libro es considerado un fiasco, ¿quién querrá leer el siguiente aunque sea genial? Si alguien se compra tres libros autopublicados y todos son de mala calidad, ¿se comprará un cuarto?

Los prejuicios son absurdos. Limitaciones que no nos permiten ver más allá ni disfrutar de algo que podría reportarnos una grata experiencia. Pero también debemos recordar que la mayoría de prejuicios vienen dados por una experiencia previa. Rompamos con ello, demos fe de que la “literatura” la decide el lector, que los “géneros” o “procedencias” no deciden lo buena o mala que será una historia. Reinventemos el mundo literario y evolucionemos, pero con razones de peso y trabajo real de por medio. Las palabras para las historias y los actos para la realidad.