Cómo se hacen los Premios El Tiramilla

El Ranking de los Mejores Libros Juveniles del año es fruto del trabajo de muchas personas durante doce meses. ¿O acaso alguien creía que nos reunimos un par de semanas antes, elegimos diez finalistas y les ponemos un orden al azar?

Para nada: el proceso se inicia a principios de cada año, cuando en enero abrimos el Control de Lecturas en nuestra comunidad online de trabajo. Gracias a una intensiva búsqueda entre los catálogos de novedades y las estanterías de nuestras librerías más cercanas, disponemos de información acerca de todos los títulos juveniles que se publican en nuestro país. Por tanto, cuando a un redactor le llama la atención una novedad (algo que ocurre con una frecuencia enfermiza), anotamos los datos en el Control de Lecturas para, a finales de mes, proceder con los pedidos de ejemplares de prensa a las editoriales. Sin su colaboración, estos premios no serían posibles, al menos tal como los concebimos.

Una vez el ejemplar ha sido recibido y leído, el redactor toma su primera decisión: debe resolver si la novela que ha leído tiene cualidades suficientes como para, quizá, ser considerada a final de año de cara al Ranking de los Mejores Libros. Su valoración por ahora se limita a justificar un "apto" o "no apto". Y dependiendo de lo que decida, el título pasará a convertirse en lectura roja (descartada automáticamente para los Premios) o lectura naranja (victoriosa en la primera criba, y de ahora en adelante pendiente de una segunda lectura para que otro redactor, a ser posible de gustos literarios diferentes, confirme o descarte ese apto).

En el Control de Lecturas ya hemos comenzado a elaborar un meticuloso registro alfabético de los libros que van cayendo en nuestras manos con sus correspondientes colores: rojo para los descartados, naranja para los títulos aptos pendientes de una segunda lectura. La cuestión ahora es: ¿y si en esta segunda lectura el libro recibe un no apto?, ¿se hace una tercera? Definitivamente no: ambos redactores discuten sus posiciones argumentando los puntos a favor y en contra, pero por lo general no hay marcha atrás. Aquí la batalla entre el naranja y el rojo suele ganarla este último, básicamente porque consideramos que, si de sólo dos lecturas, ya hay una en rojo, hay bastantes probabilidades de que realmente no nos encontremos ante un título capaz de mantener con dignidad la categoría de mejor libro del año. De modo que, sin más dilación, la novela con un apto y un no apto pasa a la lista roja y queda descartada. ¿Parece duro? Tal vez, pero es necesario tener mano férrea en las primeras cribas porque algunos libros, aunque nos gusten mucho, no son suficientemente buenos como para ocupar un lugar entre los diez mejores, y otros ni siquiera los estamos valorando de forma muy objetiva (aunque siempre lo intentemos). Por eso es preferible eliminarlos pronto en lugar de invertir tiempo después en segundas y terceras lecturas en manos de otro redactor que termine descartándolos. De este modo también evitamos encontrarnos con treinta libros candidatos al final del año. ¡Sería una auténtica locura!

Y entonces llega el verano, el pequeño “descanso” que nos tomamos de nuestras publicaciones mientras preparamos la siguiente temporada y el momento en que aprovechamos para intercambiar libros aptos y darles todas las lecturas posibles. Cuando un libro tiene más de dos aptos, pasa a convertirse en candidato al Ranking. Y por fin empezamos a tener candidatos, a ver cómo los mejores libros se hacen notar en el Control con valoraciones positivas en naranja. Sin embargo, nos encontramos con tristeza con que, por regla general, comienza septiembre y apenas llegamos a la media docena de candidatos. Y revisamos los catálogos de los primeros meses del año, y realizamos primeras lecturas tanto de otros libros que nos hayan pasado desapercibidos como de los lanzamientos que siguen produciéndose, y nos desesperamos al ver que no encontramos nada, y nos acosa el pesimismo, y escribimos artículos en los que nos quejamos de la calidad sin que nadie más que nosotros entienda a lo que nos referimos... Y al final, en medio de toda esta búsqueda loca, el redactor que tomó vacaciones en la última semana de septiembre nos escribe desde la playa con la alegre noticia de que ha encontrado algo. Aunque, por algún extraño recelo infundado, no nos atrevemos a darle la segunda lectura y seguimos escarbando en pos de más libros que no sólo sean buenos, sino que destaquen con fuerza y cumplan con todas nuestras exigencias. Los meses pasan, de repente nos encontramos en noviembre, y… ¡horror! ¡Quedan dos meses para los premios! Llega el momento de revisar de nuevo el Control de Lecturas y descubrir que sí, que hay más de diez libros con al menos un apto, pero que si queremos que esos diez libros se conviertan en diez candidatos tendremos que realizar segundas lecturas de aquellos títulos que sólo tienen una (por ejemplo, la joya que encontró el redactor veraneante), y ponernos en serio a definir qué libros deben ser candidatos y cuáles no. Al mismo tiempo, por supuesto, siguen surgiendo novedades que hay que trabajar desde la primera lectura (las editoriales parecen ponerse de acuerdo para publicar sus mejores libros en noviembre) y los colaboradores de El Tiramilla aprovechan para filtrarnos información sobre libros que consideran aptos y nosotros todavía no hemos valorado.

Y logramos acercarnos al cierre de la lista de candidatos. Pero ni siquiera el hecho de que en diciembre las editoriales dejen de publicar libros, evita que esos dos meses que quedan hasta el lanzamiento de los premios sean los más intensos y caóticos. Lecturas nuevas de última hora, envíos de ejemplares por toda la península de un redactor a otro, visitas a la biblioteca o llamadas a amigos en busca de los libros candidatos… Porque sí, los tiramillotes tendremos muchas ganas y mucha ilusión, pero la base monetaria para realizar compras de última hora es baja. Son semanas, como decía, caóticas, pero también muy bonitas. Porque los libros que llegan a nuestras manos no son normales: son los mejores que se han publicado durante el año, los candidatos al Ranking. Y te emocionas con historias preciosas, y lloras, disfrutas con fabulosas aventuras o sueñas con mundos increíbles…

Tenemos candidatos, doce o trece, y falta una semana para el anuncio de los Premios. Ahora sólo queda el último paso: las votaciones que decidirán cuáles serán los diez mejores libros del año y cuáles serán sus posiciones en el Ranking. El sistema que utilizamos pasa por valorar individualmente seis aspectos clave de cada novela candidata con puntuaciones del 0 al 10 con decimales.

-Originalidad: la capacidad para sorprender al lector ofreciendo algo innovador, derrochando imaginación, demostrando que todavía se pueden hacer libros diferentes.
-Pluma: cómo escribe el autor.
-Personajes: si los personajes están bien construidos, si son típicos o no, si son creíbles, memorables, cercanos, si sufres y te alegras con ellos.
-Trama: que todos los hilos estén bien atados, que enganche y sea atractiva, que no tenga lagunas, que ofrezca buenos giros...
-Edición: que el diseño, la ilustración y maquetación estén trabajados, que no haya erratas ni faltas de ortografía, que la traducción sea buena y el libro como objeto dé gusto mirarlo.
-Oportunidad: la capacidad de una obra para gustar a chicos y chicas, a lectores juveniles más pequeños y más grandes.

Todas estas características tienen el mismo peso, es decir, ninguna tiene un mayor valor sobre las otras. La edición y la oportunidad a priori pueden parecer menos importantes que otros puntos como la originalidad o la trama, pero de nada sirve que un libro sea muy original y cuente con un argumento desbordante si luego su edición está plagada de faltas de ortografía, por ejemplo, o si sólo pueden disfrutarlo ingenieros aeroespaciales porque el resto del público no lo entiende. Esto nos parece especialmente importante, porque de este modo premiamos no sólo libros que sean buenos, sino que además puedan gustar al público guardando un cierto equilibrio entre todos sus componentes.

Las votaciones, en riguroso secreto, son enviadas a un miembro del equipo que no forma parte del jurado, con el fin de evitar el condicionamiento de las puntuaciones entre los redactores. Este miembro se encarga de hacer las medias y ponernos nerviosos dando pistas veladas sobre lo que está ocurriendo en las votaciones hasta el día en que son reunidas todas. Sin duda, la semana más divertida del proceso.

Y al fin llega el gran día: los redactores conocemos la lista definitiva de los diez mejores libros juveniles del año. Comprobamos las puntuaciones, cotilleamos las del compañero, nos quejamos cuando nuestro candidato preferido se queda a las puertas, nos emocionamos cuando descubrimos que el ganador finalmente no ha sido el que pensábamos y, en definitiva, contemplamos el Ranking con el orgullo y la satisfacción que implica todo un año de trabajo, preparados para mostraros, desde la total seguridad, cuáles son los mejores libros del año. Ni los más originales, ni los mejor escritos, ni los mejor editados: sencillamente, los libros que han superado con éxito las numerosas pruebas de calidad a las que les hemos sometido, aquellos que ofrecen un equilibrio potente entre todas sus características, los libros que por nada del mundo deberíais perderos.

Por Alberto L. Martínez