Lengua de gato

Cuentan las voces más antiguas que existe una novela peculiar en la mesa de novedades. Extraña y muy suya, es ajena a las miradas comerciales y recelosas de Night School y Olvidados. Cuentan que es una novela sin edad: marcada como juvenil, en realidad posee un espíritu de anciana sabiduría y la bordan enrevesadas palabras en plata que los más pequeños no pueden descifrar. Una fábula, dirían muchos, como las de Las mil y una noches; y, podría ser, ambientada en la mítica Estambul, una ciudad que parece un personaje más y que posee múltiples capas y personalidades adquiridas gracias a las gentes diversas que la han poblado a lo largo de los años. Una fábula, dirían muchos, y con razón, pues hay gatos y carpas que hablan, un intenso amor a primera vista con tintes irreales que surge de la nada, y una joven muda que puede utilizar hilos de silencio y de oscuridad para tejer las más insospechadas alfombras. Elementos ya conocidos que son el sustento de una historia algo previsible pero rica e imaginativa. Rica porque posee infinitas metáforas y un lenguaje exquisito y cuidado, aunque en ocasiones excesivamente engalanado y repleto de adjetivos. E imaginativa porque juega con esas metáforas para crear imágenes oníricas, fantasear con situaciones imposibles y formar una metaliteratura sobre los silencios, las palabras, su valor y cómo el lenguaje modifica la realidad. Sobre esta fábula dicen las buenas lenguas que hay palabras que puede desconocer el lector de a pie, aunque por el contexto pueda intuirse su significado, y que sus dos primeros capítulos pueden ser tediosos, pesados e incluso resultar pedantes hasta que uno se habitúa al estilo y se adentra en la historia. Entre todo lo que se escucha parece que hay dos verdades irrevocables: el texto fue galardonado por su calidad con el premio Lazarillo 2011 y está adornado con bellos inicios de capítulo, con dibujos relacionados con el contenido y títulos escritos con caracteres que imitan la escritura árabe.


Una novela atípica requiere un tratamiento atípico. Lengua de gato lo es, y por eso os hablo de ella así y no de ningún otro modo. Lengua de gato es extraña y no apta para una gran cantidad de paladares, ni siquiera para el de los felinos. Debe degustarse con cuidado y dejando que nuestro cerebro deshaga sin prisa los nudos que la entretejen. Si eso se logra puede resultar exquisita.


Por Alberto L. Martínez