Entrevista con Jesús Díez de Palma

Desde el pasado mes de marzo, gracias a su novela El festín de la muerte, Jesús Díez de Palma puede presumir de formar parte de la lista de orgullosos escritores galardonados con el Premio Gran Angular que otorga la Fundación SM. Jesús estudió Historia del Arte, ha trabajado como profesor y, además de escribir ficción, también ha experimentado con los libros de divulgación, de momento todos centrados en Madrid, ciudad en la que nació en 1962 y donde todavía reside. Hoy le tenemos aquí con nosotros, démosle un cálida bienvenida.



Cuando SM desveló que eras el nuevo Premio Gran Angular, me llevé una grata sorpresa. Por una parte porque quedaba demostrado una vez más que estos premios no se los llevan sólo las caras más conocidas, y por otra parte porque la obra ganadora, El festín de la muerte, trataba un tema tan espinoso como el de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué sentiste en el momento en el que descubriste que habías ganado?


Cuando me llamaron para comunicármelo, me sorprendí tanto que no me lo creí. Pensé que se trataba de algún amigo gastándome una broma. Al día siguiente acudí a la editorial y al recibir en vivo las felicitaciones y el cálido afecto del equipo de SM se fue disipando la incertidumbre. Aunque todavía recelaba, no lograba concebir que ningún amigo pudiese contar con semejante despliegue de medios para gastar una broma. Y la sorpresa lo era no sólo por ganar el premio, cosa que en ningún momento me había planteado, sino también porque no estaba nada seguro de que el jurado pudiese considerar El festín de la muerte como una obra apropiada para el público juvenil. Pero, en fin, lo que sentí y todavía siento por el premio es una inmensa alegría y unas tremendas ganas de escribir más cosas.


Han pasado varios años desde que publicaste tu última novela juvenil, La casa del Indiano, hasta la resolución del Premio Gran Angular. ¿Este descanso se debe tal vez a un pequeño retiro o a un período de sequía creativa? ¿O ha habido en realidad otros proyectos literarios que esperan el momento de ver la luz?



Pues un poco de todo. Después de La casa del indiano me enfrasqué en la elaboración de un libro sobre el parque del Retiro, un libro que de alguna manera también intenté dirigir a los jóvenes, y ese libro me condujo a escribir una novela juvenil ambientada en este parque, que hasta el momento no parece ser del agrado de las editoriales. Luego me puse con El festín de la muerte, que me llevó bastante tiempo, y también hay por ahí algunas cosas gestándose o arrinconadas en frascos de formol.


Para lograr un marco tan realista en El festín de la muerte imagino que el trabajo de documentación habrá sido largo y laborioso. ¿Visitaste aquellos escenarios que retratas, contactaste con supervivientes de la contienda o leíste documentos de la época? Háblanos de cómo ha sido ese proceso y de si en algún momento te has tirado de los pelos. Tal vez nos puedas contar alguna anécdota…


La labor de documentación fue verdaderamente un proceso arduo, sobre todo porque lo combinaba con la redacción de la novela. Afortunadamente hay muchísima bibliografía y, aunque la mayor parte de las obras se limita a aspectos históricos o militares, en los últimos años se está prestando mayor dedicación a los temas humanos en obras como La guerra de los ivanes, de Catherine Merridale, o los estudios de Antony Beevor. Leí también periódicos y revistas de la época y, por supuesto, encontré muchísimo material en internet. Por ejemplo, la idea del capítulo del ferrocarril de Cracovia a Varsovia me vino por un escueto comentario que encontré en una página británica que decía simplemente: “Mi abuelo murió en 1939, en el bombardeo de un tren en Polonia”. Visité también museos militares en Francia e Inglaterra, y recorrí algunos escenarios del conflicto, como las playas de Normandía; pero cuando andas sumido en un tema concreto pareces descubrir detalles en lugares que creías conocer bien. Esto me pasó en París. De pronto me di cuenta de que el centro de la ciudad está plagado de placas en las que se lee “Aquí cayó por Francia Fulano el 20 de agosto de 1944”, o “Aquí Mengano fue asesinado por la Gestapo”, pero quizás el lugar que más me conmovió fue el pequeño jardín que rodeaba una iglesia en Sopron, una ciudad húngara. Llamó mi atención que en medio de un vía crucis hubiese pequeños monolitos con la cruz roja comunista. Se trataba de un cementerio del Ejército Rojo, en cuyas lápidas se leían simplemente los nombres de los que estaban allí enterrados y sus fechas de nacimiento y defunción. Esta era siempre la misma, 1945. Pero lo verdaderamente desgarrador era observar las fechas de nacimiento: 1929, 1928… La mayor parte de los que habían muerto allí, a miles de kilómetros de sus casas, no había llegado a cumplir los veinte años.


Hacer la guerra sigue estando “de moda” y tú has querido hablar de ello para contarnos sus horrores y consecuencias. Hace poco dijiste que habías elegido precisamente la Segunda Guerra Mundial porque todavía siguen publicándose novelas y haciéndose películas sobre ella. Además has reconocido que te gusta el conflicto ideológico entre la democracia y el fascismo que representa esta lucha en concreto. ¿Crees que en algún momento esta guerra dejará de causar tanta fascinación?



Creo que lo que la convierte en fascinante es que aparece asociada al régimen nazi, un régimen que en su día fue aplaudido por la mayoría de los alemanes y admirado por muchos que no lo eran. Hoy tenemos la certeza de que aquel régimen ha supuesto la mancha más sucia en la historia de la humanidad. Ojalá hubiese habido un medio de acabar con aquello de una manera pacífica, pero en la Historia no hay vuelta atrás y la Segunda Guerra Mundial, que desencadenaron los propios nazis, fue la manera de derribar aquel régimen infernal. Tradicionalmente los vencedores nos la han presentado como una victoria de la democracia sobre el fascismo, aunque por desgracia las cosas no son tan simples y en el caso de España, por ejemplo, el fascismo se mantuvo otros treinta años, por no hablar de los regímenes que se instauraron en la Europa oriental, que pueden ser calificados de cualquier cosa menos de democráticos.


Me parece loable la visión que ofreces de los bandos: al final no hay vencedores ni vencidos, sólo muerte y desolación para todo el mundo en todas partes. Debo decirte que si tu intención era crear un sentimiento pacifista en el lector, lo has logrado a la perfección. Al pasar la última página no podía dejar de repetirme, como cierto personaje, que lo bueno de las guerras es que algún día terminan… aunque cuando lo hacen a lo mejor ya es demasiado tarde para algunos, ¿verdad?


Desde el mismo momento en que empieza una guerra ya es demasiado tarde para muchos, para los que hallarán la muerte, para sus allegados, para los que quedarán mutilados, para los que serán testigos de las más horribles salvajadas. Lo que pretendo con la novela es que todo el mundo tenga presente esto, porque no siempre es así. Suele ocurrir en los países más fuertes, que se sienten con derecho a imponer sus razones sobre los demás. Lo hemos visto en los últimos años y lo vimos en la Segunda Guerra Mundial. En 1939 la mayoría de los alemanes eran partidarios de la guerra, pero en 1945, cuando la situación había cambiado radicalmente, ¿cuántos de ellos se sentirían víctimas, cuántos maldecirían sus anteriores pretensiones? Ya era demasiado tarde, incluso para ellos.


En El festín de la muerte vas presentando a toda una galería de personajes ayudándote de breves capítulos que se podrían considerar autoconclusivos dentro de la historia. Yo diría que son piezas que, al juntarlas, ayudan a entender un puzle: el de los horrores que provoca cualquier guerra. ¿En algún momento temiste que las piezas no encajasen en el rompecabezas o que alguna de ellas tuviese un excesivo protagonismo sobre las demás?


Es verdad que El festín de la muerte casi puede verse como un libro de relatos, porque, como dices, los capítulos podrían considerarse autoconclusivos, y llegué a esto por varias razones. Primero, porque quería que el marco fuese lo más amplio posible. Aunque me limité a Europa, aparecen personajes polacos, alemanes, rusos, franceses, ingleses, españoles y de más nacionalidades. Segundo, porque relatar las vidas de todos estos personajes durante toda la guerra multiplicaría por diez o por veinte el número de páginas, de modo que me limité a contar pequeñas historias en las vidas de cada uno de ellos. Para que el rompecabezas no resultase demasiado complicado opté por ordenar los episodios en un eje cronológico que va de 1939 a 1945. Y sobre si alguna pieza puede tener protagonismo sobre las demás, es evidente que dedico más capítulos a unos personajes que a otros, pero es que a algunos, como a la pequeña bielorrusa, no les dio tiempo de acumular mayor experiencia vital.


Los personajes de El festín de la muerte emocionan y parecen abrumadoramente reales. Con ellos consigues dar una visión muy humana de la guerra, algo nada fácil. Tengo curiosidad por conocer su proceso de creación. ¿Hubo alguno en especial que te llevara más trabajo debido a su ideología?, ¿te encariñaste demasiado con algún personaje y después te resultó doloroso llevarle a situaciones trágicas o desagradables? Supongo, además, que algunos estarán basados en personas reales que descubrieras durante el trabajo de documentación.


Supongo que al mencionar a un personaje de ideología marcada te refieres a Heinrich, el joven de las Juventudes Hitlerianas y más tarde oficial de las SS. Sus rasgos y personalidad son tan precisos que parece un arquetipo. Sin embargo hubo muchos como él, con esa frialdad, con esa ceguera… En el polo opuesto se encuentra Edna, una chica igualmente idealista pero reflexiva y movida por la compasión. Indudablemente unos personajes me costaron más que otros, y en cuanto a si me resultó dolorosa la experiencia de escribir sobre ellos, te diré que pasé algunas noches sin dormir después de escribir algunos capítulos.


Al principio de la obra creía que todos esos personajes se cruzarían en el camino en más de una ocasión, haciendo guiños al lector, y sin embargo no fue así. De hecho apenas hay un par de pequeñas conexiones entre algunos de ellos. ¿Por qué tomaste esta decisión?


Son muchos personajes, que viven además en lugares muy distantes. Precisamente por razones de la guerra, algunos de ellos se van a cruzar, pero hacer que todos ellos se encontraran convertiría el relato en algo bastante artificial y yo quería presentar unos hechos naturales, corrientes para la época en que se desarrollan. Las conexiones entre los personajes están más en sus vivencias y en sus sentimientos.


Katharine Hepburn, Cary Grant, Errol Flynn, James Stewart… Las referencias al cine de la época aportan gran verosimilitud y realismo a la historia. En varios momentos, incluso, se dice que la joven Edna Clement-Moore es tan guapa como Hepburn y que se parecen físicamente, aunque ella jamás llegará a ser actriz. ¿Surgieron solas esas referencias o desde el comienzo hubo un interés premeditado por unir ficción y realidad? Quiero entender esa comparación entre Edna y Hepburn como un toque de atención, como una manera profunda y discreta de explicar que la guerra siempre trastoca nuestras vidas. Quién sabe la persona que Edna podría haber sido si la guerra no se hubiera interpuesto en su futuro…


La novela está ambientada en los años treinta y cuarenta, no en las Cruzadas ni en el Renacimiento; es decir, que la gente que aparece reflejada es muy parecida a nosotros. Escucha música, juega al fútbol y ve cine, y, al igual que ahora, Hollywood es la gran fábrica de mitos eróticos. Si una chica de hoy puede sentir debilidad por Leonardo DiCaprio, lo mismo ocurría entonces con Errol Flynn, por ejemplo. Lo que pretendo con estas referencias es situar la época y aproximar los personajes al lector. Además, si estas estrellas no le resultan muy familiares, siempre puede buscarlas en internet. Las similitudes entre Edna y Katherine Hepburn trascienden lo físico, ambas son mujeres rebeldes e inquietas, y sí, evidentemente, la vida de Edna queda amargamente marcada por sus experiencias de guerra.


El aspecto físico de El festín de la muerte está muy cuidado: la edición viene acompañada de antiguas fotografías (primeros planos muy expresivos que transmiten una sensación de melancolía, como de algo ya perdido) y tipografías que imitan el estilo de los informes de guerra. Todo ello favorece mucho la ambientación. Y no podemos olvidarnos del book trailer: precioso, duro, creativo… ¿Participaste en esta parte de la creación del libro o fue una pequeña sorpresa?


El book trailer lo vi el día de la entrega de premios y me emocionó. No sólo me resultó precioso, sino que además me pareció que en poco más de un minuto recogía toda la esencia de la obra. Todo lo demás me lo fueron presentando poco a poco, y he de decir que estoy encantado con el trabajo de edición en todos sus aspectos.


Es difícil mantener a los jóvenes atrapados en la lectura de novelas bélicas, y tú, con tu experiencia como profesor, imagino que lo sabrás de primera mano. ¿Qué dirías a los adolescentes para animarles a que se sumerjan en tu obra? La otra cara de la moneda son los adultos, que no tienen reparo en probar este género pero sí en acercarse a la literatura juvenil. ¿Cómo animarías a este otro grupo para que leyera El festín de la muerte?


Bueno, creo que entre los adolescentes hay mucho público interesado en la Segunda Guerra Mundial. El problema aquí es que no se van a encontrar con un relato de hazañas épicas y heroicas, sino con la vida real, cargada de sueños rotos. Espero que esto sirva de aliciente para los que puedan prejuzgar la obra por su temática y no se sientan muy atraídos por los relatos bélicos. A los jóvenes les animaría a leer El festín de la muerte haciéndoles llegar que habla de gente como ellos, que entender sus vidas les ayudaría a agradecer el tiempo de paz que viven y que ellos mismos deben ayudar a mantener. A los adultos les diría que quienes la han leído la consideran apta para mayores.


El año pasado Begoña Oro reconoció en la gala de entrega de los Premios SM que gracias a este reconocimiento al fin podría ser escritora a tiempo completo. En tu caso, ¿cómo crees que cambiará tu vida este galardón?


Prefiero no hacer muchos planes, porque cuando me pongo a pensar soy más proclive a las fantasías que a las aspiraciones viables, pero lo de ser escritor a tiempo completo no suena nada, pero que nada mal. Espero que Begoña lo consiga, porque además de escribir de maravilla es encantadora.


Después de disfrutar (¡y sufrir!) tanto con tu última novela, nos encantaría saber qué otros proyectos tienes en mente. ¡Cualquier confidencia es bienvenida! Prometemos mantenerla en secreto.


Bueno, si no sale de aquí, os diré que ando liado con la vida de un personaje que nos lleva de nuevo a tratar el tema de la paz, aunque esta vez la acción no transcurre en ninguna guerra, pero es que a este personaje, absolutamente pacífico, le toca vivir en una sociedad en la que la guerra y la milicia no son cuestión de actitudes o aptitudes, sino de casta, precisamente de la casta a la que él pertenece.


Nos lo hemos pasado muy bien charlando contigo, Jesús, muchas gracias por tu tiempo. Siempre es un placer conocer los entresijos de la mente de un escritor, y más todavía en casos como el tuyo, con una novela tan completa, buena e impactante como El festín de la muerte. Te deseamos la mejor de las suertes. Y ahora, si tienes quejas, reclamaciones o palabras amables, dispón del espacio que quieras, porque es todo tuyo.


¡Huy! Esto del espacio es todo tuyo es lo que le debieron de decir a Hitler en Austria y Checoslovaquia, y se lo tomó a pecho, el muy… Bueno, sólo quiero deciros que el placer ha sido para mí, que he disfrutado mucho con una entrevista tan bien hecha, y también quiero desearos a vosotros la mayor de las suertes, que os la merecéis. Y por supuesto aprovecho para transmitiros mis deseos de paz a vosotros y a todos los lectores. Shalom, Salam aleikum y pax vobiscum.


Por Alberto L. Martínez