Largo recorrido

La carpeta de cartulina naranja, sobre la que pone en bolígrafo negro “Falsa naturaleza muerta”, está todavía en la bandeja de mi escritorio. Dentro, papeles con notas escritas a mano y muchos recortes de periódicos y revistas, el más antiguo de 2003. También, folletos de exposiciones y salas de subastas. Las primeras veinte páginas de la novela nacieron después, en 2005 creo. Luego, un largo paréntesis, hasta que en julio de 2010 retomé el proyecto. Escribí convulsivamente durante todo el verano. En un archivo del ordenador tengo todavía el documento donde guardo varios artículos sobre la Guerra Civil y, claro, en la librería del despacho continúan los libros de pintura que tantas veces consulté. Sin embargo, soy incapaz de recordar cuándo nació la primera idea, y por qué... y dónde estaba yo en aquel momento. ¿Cómo nace un libro?


En muchos de los encuentros en colegios a los que asisto hay una pregunta recurrente: “¿cuánto tardaste en escribir esta novela?” A esa suelo saber contestar, recuerdo los dos años de alguna y los ocho meses de otra. Sé que Falsa naturaleza muerta me llevó cuatro meses, muy poco tiempo para lo que soy yo. Sin contar la primera corrección, ni la segunda, ni la tercera a la que después la he sometido. Pero la primera semilla nace siempre mucho antes y de esa casi nadie se acuerda. En este caso, y si me atengo al contenido de la carpeta naranja, fue por lo menos en el 2003. Han pasado nueve años. Vivía en otra casa, mi madre no había muerto, tenía un trabajo que creía estable... Tantas cosas diferentes, tantas cosas nuevas. Y el libro, pese a todo, gracias a todo, iba construyéndose paso a paso.


Tras corregirlo, y corregirlo, y corregirlo una vez más, mandé la novela a un premio que no ganó. Y luego pasó un año largo hasta que recibí un sí alentador y luminoso de la editorial. Hasta ese momento, inseguridades, dudas, deseos, esperas, esperas, ilusión y decepción, todo a un tiempo.


Y ahora estoy en ese punto en el que, después de nueve años de perseverancia, de paciencia, de alegría y de renuncia, ando a un paso de tener el libro entre mis manos, ese libro que observaré con extrañeza, al que no sé si reconoceré del todo, un libro que volveré a leer para emocionarme a veces y enfadarme en otros casos, y que luego colocaré en mi estantería blanca, junto a sus hermanos. Una novedad que para mí ya es una vieja conocida porque convivo con ella desde hace nueve años. Un libro que, desde el instante en el que lo tenga, dejará de ser mío para ser de sus lectores. Y ojalá sean muchos. Y ojalá lo disfruten. Yo estoy ya metida de lleno en otro proyecto... Viene de atrás, y todavía anda en pañales. Veremos si logra abrirse camino, primero en mi mesa de trabajo, luego en la del editor, y al fin en las de los demás. ¿Cuántos años pasarán esta vez?