De autores, editores y falta de talento

Que no os engañen mi porte aristocrático y mi olor almizcleño: en realidad, yo soy un pedazo de otaku que lee manga de forma compulsiva. Entre mis títulos preferidos se encuentra Bakuman, que cuenta la historia de dos aspirantes a mangaka que se las ven y se las desean todos los días para convertirse en profesionales del medio. Si queréis más información acerca de la obra, no tenéis más que pinchar en el enlace. Por mi parte, no es mi intención recomendarla (por cierto: leedla), sino usarla como base para hablar de lo que yo creo debería ser la relación perfecta entre autor, lector y editor. Porque en Bakuman otra cosa no, pero editores los hay a patadas.


Hará dos o tres meses que Elsa Aguiar publicó en su blog una entrada en la que hablaba de que una historia (pues de eso hablamos, de historias; sean en formato novela o manga o sombras chinescas o lo que sea) precisa de algo más que “ser interesante” para ser publicada. Esta entrada vino a colación de un comentario que dejé yo en otra de sus entradas que rezaba así: “lo único que necesita una historia es ser interesante. Si es interesante, se publica y punto”. Qué pedazo de frase, ¿eh? Dan ganas de ponerse unas gafas de sol y salir del encuadre una vez la dices, de lo chula que es.


Tan chula es, de hecho, que ni siquiera es mía. Esta perla la leí por primera vez en Bakuman, cuando el editor jefe de una prestigiosa revista de manga la suelta ante los protagonistas para darles a entender que todavía les falta mucho para lograr cumplir su sueño de publicar. Al principio pensaba que esto era sólo ocurrencia del autor, pero luego averigüé que la frase proviene de una muletilla que suele usar Hisashi Sasaki (abajo, derecha), el que fuera editor jefe de la revista donde se publica Bakuman en la vida real. Resulta que todos los editores que aparecen en la historia están basados en personas reales, ¿quién lo hubiera pensado?


Pero volvamos al tema de “qué necesita una historia para ser material de publicación”. Es cierto que se necesita algo más que calidad literaria (hay que tener en cuenta la dirección que quiere tomar la editorial y la del mercado actual, para empezar), pero de lo que hablaba Sasaki era de “ser interesante”. Esto es, despertar el interés de la mayor parte de la gente que la lea, de tal modo que pase las páginas del libro. Una cosa no va de la mano de la otra, y de hecho hay veces que incluso van separadas (por desgracia).


Lo cual me lleva a la imagen que una gran cantidad de gente (y no pocos autores) tiene de los editores.


“Sólo publican lo que vende”. “Ignoran el valor artístico de la obra”. “Deberían dedicarse a vender cupones”. “No me dejan escribir lo que yo quiero porque no es lo que está de moda”. ¿Alguna vez habéis escuchado o leído opiniones de este tipo? Porque yo sí. Y es ahora cuando me gustaría dar la palabra de nuevo al señor Sasaki. ¿Qué le diría a un autor que viniese a su despacho a lloriquear de esta manera? ¿Cómo respondería a la acusación de que los editores “no dan libertad creativa” a sus autores?


Respondería algo como lo que respondió en el capítulo 70 de Bakuman:


“Decir que no te permiten escribir lo que a ti te de la gana es como afirmar que no tienes talento para esto. Si la historia que quieres escribir resulta atractiva y engancha, se publica sin más; lo que pasa es que aún no eres tan bueno. Si estás convencido de llevar la razón frente a tu editor, escribe una historia que nos deje a todos sin habla. No hay más. Hay obras que han conseguido el éxito así. Y éstas son, en cierto sentido, las buenas.”


En otras palabras: no se trata de que el mercado o las modas o los editores no te dejen escribir lo que tú quieres. Es que no tienes tanto talento como tú te crees, colega.


¿Conclusión? Dejemos de quejarnos todos tanto y pongámonos a trabajar. La culpa rara vez es de los demás. Nuestro balance del pasado año 2011 fue más bien malo, y yo me pregunto cuánta culpa tenían las editoriales y cuánta los autores y cuánta los lectores.


Una relación sin excusas y basada en el esfuerzo: así me gustaría que fuera la relación entre autor, editor y lector. No estaría de más en los tiempos que corren, ¿verdad?


Por Guillermo García Lapresa