Las mil caras del villano

 

Se dice que un héroe es bueno si también lo son sus rivales, por lo tanto una buena historia tiene que tener un villano bien escrito que se gane nuestro respeto. Después de todo, ¿qué es un héroe sin un enemigo que lo desafíe? Unos malos son famosos por su inteligencia o por sus planes maquiavélicos, otros son respetados por su determinación y algunos, simplemente, dan miedo. A continuación podréis disfrutar de los perfiles más diversos: desde los villanos más comunes hasta los más excéntricos, pasando por aquellos que son una mezcla de esto y lo otro. Andaos con ojo, porque nunca se sabe cuándo podemos encontrarnos con ellos...


El villano por excelencia, el que siempre supone un obstáculo para nuestro héroe, por lo general representa un pecado o vicio en particular (casi siempre codicia, ambición o ira): os hablo del villano clásico o archienemigo. Éste puede incluso hacerse amigo del héroe y utilizar ese engaño para promover sus propios fines. Claros ejemplos son Lex Luthor y Joker, los archienemigos de Superman y Batman, respectivamente; o "el que no debe ser nombrado", quien no se lo pone nada fácil a Harry Potter, y Sauron, con su ambición por controlar la Tierra Media en El Señor de los Anillos.


Algunos malvados son también científicos y utilizan su intelecto exclusivamente para su beneficio. Su genio y sus motivos van de la mano, y su preocupación por el bienestar de la especie humana es puramente subjetiva: ellos son los villanos científicos. Como le ocurre a Vaughn, en Efímera, que está dispuesto a cualquier cosa con tal de salvar la vida de su hijo. Otros simplemente creen que la humanidad ha errado en su dominio del medio ambiente y que, por tanto, nuestra supervivencia como especie se encontrará amenazada a menos que nos obliguen a seguir evolucionando, como hace la organización CRUEL en El corredor del laberinto, cuyos miembros se creen los únicos capaces de darnos esperanza en ese mundo hostil y castigado.


A menudo ciertos personajes aparentemente malos tienen un objetivo final cargado de buenas intenciones... pero utilizan métodos inmorales para lograrlo. Es aquí cuando nos hallamos en presencia del anti-villano, que es un pseudo-malo con una meta heroica y gran personalidad. Su fin deseado es bueno, pero la forma de alcanzarlo no lo es tanto, y por eso cualquier medio le vale para justificar su causa. Sin duda alguna Snape es un buen ejemplo, no en vano durante siete libros nos tuvo a todos totalmente engañados.


A lo largo de la historia de la literatura ha habido unos pocos malvados que han combinado un conjunto de rasgos naturales: capacidad de liderazgo, pensamiento táctico, una gran dosis de valentía suicida y ciertas ganas de gobernar el mundo. El fruto de todo esto es el villano conquistador, capaz de convertir a cualquier grupo de personas en una fuerza de combate y capaz también de invadir cualquier país cambiando así el curso normal de la historia gracias a todos los medios políticos que tiene a su alcance. Un gran ejemplo lo encontramos en los villanos de Mañana. Cuando la guerra empiece.


Sin irnos muy lejos, en los libros de ciencia ficción solemos encontrarnos al villano conquistador del futuro, que viene de un futuro medianamente lejano donde la tecnología ha avanzado hasta el punto en el que viajar en el tiempo es posible. Después de haber intentado salirse con la suya en su propia época y de no haberlo conseguido, esta clase de malo utiliza el viaje en el tiempo para cambiar algo del pasado y así poder alcanzar su fin primordial, que generalmente suele ser el éxito, el poder, la riqueza o las tres cosas a la vez. Como el malvado de La Esfera, que no duda en utilizar todo lo que está en su mano (incluyendo la manipulación del tiempo) para conseguir sus fines.


Otros villanos llegan con ganas de dominar el mundo y no les preocupa exterminar a muchos con tal de conseguir su objetivo. Suelen creer que ellos y solo ellos merecen gobernar y que todos los demás tienen que aceptarlo si pretenden sobrevivir. Estamos ante una raza superior. Para más inri, algunos de estos individuos esconden bajo la manga un virus que afecta a parte de la población mundial, como en el caso de Tiempo de cosecha.


Luego hay guerreros que se dedican a asesinar a objetivos específicos y que arrasan todo a su paso. Suelen ser mercenarios, cazadores o asesinos, siempre enviados para capturar o matar al protagonista. A este tipo de villano se le conoce como perseguidor destructor: implacable en la búsqueda, captura y aniquilación de sus presas. En Soy el número cuatro los Mogadorianos son un buen ejemplo de estos cazadores: armados hasta los dientes, altos y fuertes, están acostumbrados a obtener todo lo que quieren sin preguntar.


No todo aquel que se acerca a ayudarnos tiene buenas intenciones, de manera que debemos tener mucho cuidado con la bondad de los extraños. Así, mientras que un buen samaritano es aquel que ofrece ayuda a cualquier persona conocida o desconocida que tenga una necesidad, sin pedir nada a cambio, el mal samaritano es aquel que aparentemente quiere ayudar pero que en realidad no actúa por la bondad de su corazón sino por algún motivo que, faltaría más, mantendrá oculto a su víctima para poder ganarse su confianza. Que se lo digan a la protagonista de Eternos, el ejemplo del perfecto peón.


Y qué os puedo contar del politiqueo en la literatura juvenil que no sepáis. Cuando la política gira en torno a mantener a las masas bajo control, silenciando a los que no están de acuerdo y utilizando cualquier método para mantener la calma, es que algo no va bien. Os hablo del gobierno; os hablo de esa idea ilusoria suya de un mundo mejor y perfecto que sólo se logrará al sacrificar las emociones humanas que causan reacciones como la ira, la tristeza o el amor, o del hecho de tener a todas las personas etiquetadas para poder diferenciarlas. Todas éstas y más son la carta de presentación de los gobiernos de Divergente, Delirium o Juntos. Y si además nos centramos en alguien que domina a todo un país, alguien tan poderoso a quien el héroe nunca es verdaderamente capaz de vencer, estaríamos hablando del presidente, como es el caso del Presidente Snow en Los Juegos del Hambre.


Cuando leemos sobre un personaje cuya maldad reside en su inestabilidad y su propensión a la violencia gratuita, seguramente estemos saludando a un chiflado violento. Claros ejemplos son Fenrir Greyback de Harry Potter, Gregor Clegane de Canción de Hielo y Fuego o Drake Merwin de Olvidados.


También podemos toparnos con personajes que se toman a sí mismos por deidades de poder absoluto y van por ahí creyéndose todopoderosos: estos son los villanos que se creen Dios. Suelen ser narcisistas y es muy probable que terminen cayendo en desgracia por culpa de su propia arrogancia, como Metatron en La materia oscura o Raistlin Majere en Dragonlance.


Por otra parte, si bien en una competición el que queda segundo pasa desapercibido, en la literatura juvenil el segundo al mando es elemental; no tenerlo a veces equivaldría a la caída en picado del villano principal. Se trata del Dragón, que no es un dragón de verdad sino el sobrenombre con el que se conoce a la mano derecha del villano jefe, su mejor baza. También es, claro, la segunda mayor amenaza para el héroe, como el Rey Brujo y Saruman en ESDLA, Bellatrix Lestrange en Harry Potter o Sebastian Moran en Sherlock Holmes.


Y no puedo olvidarme del genio de la manipulación: el ajedrecista. Actuando entre bambalinas, controlándolo todo con su gran carisma. Estupendos ejemplos son Kronos en Percy Jackson, Artemis Fowl en... bueno, en Artemis Fowl, o Víctor Dashkov en Vampire Academy.


Desde luego hay tanta variedad de villanos como escritores con mentes prodigiosas capaces de crearlos, y parece mentira que aunque algunos sean tan malvados, los lectores a veces lleguemos a apreciarlos tanto. Pero claro, ¿qué sería de los buenos sin los malos? ¡Que vivan los villanos!


Por Raquel Pérez