La técnica de la cáscara vacía

La teoría me la contó un alumno de 2º de Bachillerato una tarde de las pasadas navidades en Palma de Mallorca. Sentados en una de esas librerías-café que han proliferado en la capital mallorquina en los útimos años y circundados por estanterías repletas de libros, hablábamos de literatura dándonoslas de expertos. (Antes de que se me olvide, me apunto un artículo sobre las librerías-café que tanto ayudan a elegir buenos libros sin los agobios del centro comercial. Pero no es el tema de este artículo) Rodeados de novelas y cervezas discutíamos dos alumnos y yo acerca de la calidad literaria de algunos de los últimos best sellers de literatura juvenil, asiduos visitantes de estas páginas de El Tiramilla. Fue entonces cuando Juan, que quiere estudiar Traducción e Interpretación, me explicó la teoría de la cáscara vacía; empty shell, dijo en inglés. La había escuchado en un reportaje de la NBC en el que trataban algunas de las claves de los éxitos de la saga Crepúsculo o los libros de Lauren Oliver. "La teoría de la cáscara vacía", dijo, "consiste en vaciar a la protagonista femenina de todos los rasgos físicos posibles, en evitar las descripciones detalladas de sus atributos para que no quede congelada en un tipo de protagonista único. De esta manera es más fácil que el lector, o en este caso la lectora, pueda ocupar ese espacio vacío. Introducirse dentro de esa cáscara vacía y vivir de manera personal las aventuras de la protagonista. Es lo que pasa con la protagonista de Crepúsculo", concluyó. Uno va de experto en literatura infantil y juvenil, y de repente un alumno de 2º de Bachiller le pinta la cara. Así que después de darle un trago a la cerveza para tener tiempo de pensar, le pregunté a Juan que qué pasaba con los sentimientos de las protagonistas, porque las descripciones no son sólo prosopográficas, también son etopéyicas; y me quedé tan ancho con mi pedantería de profesor resentido, esperando la respuesta. Juan me dijo que eso me lo dejaba a mí, que para eso me dedicaba al tema, que él ya tenía bastante este año con el depresivo (y parece que inamovible) Árbol de la Ciencia, que lleva más de 30 años saliendo en selectividad.


El caso es que me quedé con la intriga de saber si la teoría de la cáscara vacía tenía una base real o sólo era eso, una teoría. Si era verdad que muchos de los exitosos libros juveniles utilizan una técnica de escritura concreta para que un tipo de lectora se identifique tanto con la protagonista que ocupe su lugar en el relato; que consiga que se identifique, que se meta tanto en el personaje que le sea casi imposible dejar la saga. Manos a la obra. Al día siguiente me acerqué a la biblioteca y saqué cuatro o cinco de los títulos juveniles con protagonistas femeninas más vendidos de los últimos años. Llegué a casa cargado con los tres volúmenes de Los juegos del hambre y con Delirium y Si no despierto (ambos de Lauren Oliver), además de con dolor de espalda. No me olvidé de nuestra Laura Gallego y su Donde los árboles cantan. Por último cogí de mi bibioteca la vampírica Crepúsculo y me dispuse a leer (o en algunos casos releer) los best sellers. Mi conclusión después de unos cuantos miles de páginas es que la teoría de la cáscara vacía tiene bastante fundamento. Me explico: identificarse con un personaje es algo tan viejo como la propia literatura. Es lo que nos hace vivir vidas que no podríamos tener, es lo que nos hace soñar y cruzar oceános o retroceder en el tiempo y habitar en otras épocas. Esto no tiene ningún misterio. Incluso podríamos descubrir ejemplos de personajes que invitan a sus lectores a ser ellos mismos; es el caso del personaje de Dante Alighieri en La divina comedia, que sigue la alegórica "Everyman", tradición que define a una gran cantidad de literatura europea. Dante no tiene una personalidad claramente definida. No es más que un hombre que ha perdido su camino, que pretende ser un sustituto para toda la raza humana, pero en La divina comedia las cartas están sobre el tapete sin trampa ni cartón y Dante le dice al lector "quiero que seas tú el que recorras todos los infiernos y por eso vacío al protagonista de rasgos".


Es distinto lo que sucede con Katniss, Bella, Viana, Lena o Sam. El protagonista de la cáscara vacía es un personaje que parece saber muy poco acerca de sí mismo y se va descubriendo a partir de sus sentimientos, nunca a partir de su apariencia física. "Katniss es una chica no muy alta y delgada que suele vestir informal", como mucho. No encontraremos descripción de Bella. Y de Viana sabemos que es hermosa y poco más. Lo mismo sucede con la protagonista de Delirium. No ocurre así con los protagonistas masculinos, que son descritos con todo tipo de detalles: "Carlisle es extremadamente pálido. Mide 1'90, su pelo es de color rubio y sus ojos varían de negro a dorado, dependiendo de su sed. Es tan atractivo que, según Charlie, las enfermeras del hospital no se concentran en su trabajo y parece más un actor de cine". Y si preguntamos por Peeta nos encontraremos esto: "Peeta es un chico de espaldas anchas y fuerte, a pesar de ser de estatura media-baja, ya que tiene que cargar pesados sacos cuando ayuda en la panadería de sus padres. Su pelo es color rubio cenizo y le cae sobre la frente, y sus ojos son azules." Aquí ya es más difícil que cualquier lector se identifique con él. No es fácil compararse con Peeta. Para mí por lo menos no.


Analicemos ahora la descripción psicológica de las protagonistas. Aquí nos podríamos volver locos porque la cantidad de sentimientos de las protagonistas daría para llenar unos cuantos artículos. Sin embargo, si nos fijamos un poco veremos que la descripción psicológica de todas las chicas coincide con la de los sentimientos de un tipo común de adolescente: su estado de ánimo es variable y hacen casi siempre caso a sus sentimientos. Creen en el amor verdadero y les cuesta habituarse a los cambios. Han sido educadas en el pudor (o decorum, como dice Viana), y son inexpertas e inseguras cuando se encuentran al protagonista masculino desnudo en el bosque; lo mismo que le pasa a Katniss cuando su estilista la quiera vestir por primera vez. Y a pesar de estos sentimientos veremos que sus creencias y sus opiniones nos son desconocidas. ¿Para qué? Para que ninguna lectora se sienta excluida. Ni creencias, ni ideales, ni convicciones; sentimientos positivos y poco más. No es de extrañar que nos encontremos con preguntas como esta en Internet: "¿Soy como Bella Swan? La gente me dice todo el tiempo que soy igual que ella. Te lo juro, no estoy obsesionada. Ni siquiera he estado cerca de un fan de Crepúsculo, pero he leído los libros. Odio bailar en las fiestas, no puedo hacer deporte, no tengo ninguna coordinación, no me gusta la lluvia pero me hace sentir bien. Me encanta Romeo y Julieta."[/i]


Es evidente que no todas las chicas de diecéis años son así, pero lo que está claro es que las escritoras de estas sagas conocen el tipo de lectoras que tienen y les interesa cautivar. Piensan en quién les va a leer y a partir de aquí construyen el personaje. Construyen su cáscara vacía a partir de la ausencia de rasgos físicos y convicciones, y con un alud de sentimientos adolescentes. Claro que en cuanto sale la película y Jennifer Lawrence ocupa el lugar de Katniss o el disfraz de Bella se lo pone Kristen Stewart, la cáscara vacía se llena y ya es difícil compararse con ellas.


La teoría de la cáscara vacía no deja de ser una teoría que no resta mérito al éxito de estas sagas. Ahora espero una buena réplica de los tiramillotes fans de estas series que prueben lo contrario y me hagan comerme mis palabras. Y que nadie se ponga nervioso: mi alumno de 2º de Bachillerato pidió un zumo de piña.