Lectores o frikis

Prácticamente desde siempre he llevado un libro conmigo para leerlo en cualquier rato libre que se me presentara. Y desde hace un tiempo tampoco me faltan ni bolígrafo ni papel, porque quién sabe cuándo las musas querrán iluminarme con alguna idea para después utilizarla en artículos o críticas literarias, y es que puedo prometeros, tiramillotes, que en el diario no tenemos a ningún duendecillo o hada trabajando por nosotros. Por todo esto, algún que otro amigo (e incluso gente que me conoce sólo de vista) me suele llamar friki, en especial cuando ve que saco tiempo para todo y no me limito a estar tomando algo mientras ojeo un partido de fútbol (por poneros un ejemplo) si además puedo estar acabando de leer una novela o terminando su crítica o escribiendo un artículo y riéndome por algún comentario gracioso que han hecho mis amigos o mi chico. La clave es estar con varios asuntos a la vez para así ganar tiempo para disfrutar de otras cosas, más que nada porque entre semana tengo un trabajo que ya me ocupa bastantes horas.


Por desgracia el ser humano tiende a etiquetar para diferenciarse, y por lo visto yo soy una friki. Pero esta palabra nunca me ha gustado: proviene de freak, que en inglés significa "anormal, extraño, chiflado, monstruo", entre otras cosas. Precisamente enfrente de donde trabajo hay un instituto y más de una vez he visto por ahí a algún chaval con un libro mientras varios de sus compañeros le decían que era un friki. Que a mí me llamen así, como le decía Rhett Butler a Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, me importa un comino, pero sí que me molesta que se lo llamen a un chaval sólo porque prefiera leer durante el recreo en lugar de pegar patadas a un balón o estar gastando la batería del móvil. O cuando a una chica también la llaman friki por estar aprovechando el tiempo con un libro durante el trayecto al instituto; y si encima lee literatura juvenil, que alguien se apiade de su alma. En mi caso, que hace tiempo que salí del instituto, una vez, mientras echaba un vistazo a unos libros juveniles que había en un mercadillo de mi ciudad, me llegaron a decir que mejor estaría leyendo "literatura de verdad". ¿Disculpe usted? ¿"Literatura de verdad"? Que paren el mundo, que yo me bajo... ¿Es que ahora resulta que la literatura juvenil es de mentira? Cuánta ignorancia, cuánto nos queda por aprender. Sólo espero que la persona que quiso darme una lección no fuera ni padre ni profesor.


Yo estoy muy orgullosa de ser una persona que sabe lo que le gusta y lo que no, y que se deja de prejuicios tontos con la LJ. Me hace gracia que haya gente que se sepa la alineación de toda la liga de fútbol y que luego se dedique a llamar frikis a quienes se saben las asignaturas que estudiaba Harry Potter en Hogwarts. Lo que pasa es que desde hace mucho tiempo arrastramos un error que debería empezar a repararse: a los aficionados al fútbol se les llama futboleros y a los lectores se les llama frikis, como si leer fuera cosa de inadaptados. Y yo me pregunto, ¿quién es más friki, una persona que no se pierde un partido de su equipo y que es capaz de pasar cinco horas haciendo cola para sacar una entrada, o alguien que hace cola a las puertas de una librería porque sale a la venta Sinsajo? Si vamos a utilizar la palabra friki, hagámoslo bien, porque todos somos frikis de algo; ser friki en realidad es estar muy, muy interesado en algo, saberlo todo de tu afición favorita.


Ojalá pronto llegue el día en el que leer literatura juvenil no sea motivo para que te miren por encima del hombro, sin importar que seas un lijero de doce, veinte u ochenta años. ¡Ah! Por cierto, los amantes de los libros nos llamamos bibliófilos. Eso sí, si me quieren llamar friki, yo por lo menos contestaré “y a mucha honra”.


Por Raquel Pérez