Sí, me gustó Crepúsculo, ¿y qué?

De un tiempo a esta parte siento que tengo que pedir disculpas cada vez que reconozco que me gustó Crepúsculo. Este hecho no debería sorprender a nadie, puesto que los cuatro libros (más el quinto tardío) fueron un éxito en su momento y todavía hoy podemos observar su influencia en forma de novelas que poseen muchas similitudes con la historia de Bella, Edward y Jacob. Sin embargo, a veces el ser humano critica casi por instinto todo aquello que ha triunfado; claro, es más fácil ser el erudito que desde su altivez solo ve los defectos de los ídolos de la plebe, que intentar ponerse en el lugar de esta para entender las razones de ese furor.


Porque Crepúsculo tiene muchas virtudes, por supuesto. Además de un relato entretenido y fácil de leer, su planteamiento es rico en posibilidades y consigue implicar a los lectores, hacerles pensar en lo que ocurrirá y en lo que les gustaría que ocurriese. Su trama va más allá del amor entre Bella y Edward: hay un amplio abanico de secundarios bien caracterizados y escenas de acción que, mejor o peor resueltas, como mínimo compensan el tono azucarado de los capítulos románticos. Y todavía hay algo más: fue la primera saga de este estilo que llegó al gran público y ha conseguido que mucha gente se animara a leer. Guste o no, ha creado una tendencia y estoy segura de que sin su fama no habríamos podido disfrutar de tantas novelas de romance fantástico como las que se han editado en los últimos años.


Aun así, tampoco soy una fanática de Stephenie Meyer: sé que con su prosa no ganará el Premio Nobel de Literatura, no comparto su forma de tratar las relaciones de pareja y considero que hay aventuras a las que podría haber sacado más jugo. Pero ¿voy a olvidarme de sus ventajas por esto? No. Aparte del análisis crítico, existen las sensaciones personales, que en mi caso resulta evidente que fueron positivas. ¿Debo avergonzarme por ello? ¿Carezco de criterio para reseñar? ¿Merezco la horca por decir que Crepúsculo me gustó más que algunos clásicos?


Creo que en este tema hay dos frentes abiertos: por un lado, esa propensión a criticar por sistema lo que está de moda; por otro, el hecho de que esta saga no trate temas existenciales y se atreva a idear un vampiro diferente al convencional. En definitiva, es un blanco fácil para los culturetas de turno. No obstante, la última palabra la tenemos nosotros, los que sí nos lo pasamos bien con Crepúsculo: no tenemos que agachar la cabeza ni sentirnos peores lectores al reconocer que nos gustó; ¡qué carajo!, sus virtudes están ahí para quien sepa apreciarlas.


A todo esto, siempre he creído que el mercado editorial va mucho más allá de la literatura en su sentido más elitista: desde mi punto de vista, se compone de obras literarias y de productos de entretenimiento, y me parece injusto que se mida a ambos con el mismo rasero. Cada novela tiene su lector y su momento, no podemos pretender que a todo el mundo le interesen Cervantes, Shakespeare o Dickens. Es más, en ocasiones se agradece que existan géneros livianos como el de la saga que comento: después de un duro día de trabajo o estudio, a muchas personas les apetece desconectar con un libro que les entretenga y no requiera demasiada concentración.


Y esto es lo que pienso, lo que quiero transmitir a todos aquellos que han puesto en duda el juicio y el buen gusto de los que nos hemos atrevido a reconocer que esta serie nos deleitó. Porque, de acuerdo, no será una muestra de excelencia, pero tirar por tierra una historia que ha cautivado a tanta gente y se ha convertido en un fenómeno tampoco me parece un camino acertado. En lugar de observar desde la distancia, vale más ensuciarse las manos y empezar a entender las cosas dentro de su propio contexto.