La crítica negativa de literatura juvenil en España

Hago un llamamiento a todos los que tenéis voz en la red: comentad los libros que leéis, lo que os gusta y lo que no, las razones y las sinrazones. Comentad cuanto más mejor, porque esa es la garantía de que haya más de lo que os gusta y menos de lo que no. Pero sobre todo porque esa es una manera muy eficaz de participar en el rumbo que tome nuestra literatura juvenil.
Elsa Aguiar, Editar en voz alta


Estas palabras fueron escritas por la editora de SM en su bitácora, y la verdad es que dan en el clavo. Tomando el relevo, lo que vamos a hacer en este reportaje es intentar profundizar en el tema y responder a algunas preguntas. ¿Por qué reseñar un libro que no te ha gustado? ¿El hecho de que otros lectores puedan disfrutar del mismo libro implica que la crítica negativa sea innecesaria y pretenciosa? ¿Hasta qué punto el amiguismo influye en la crítica online de literatura juvenil? Ah, pero ¿podemos fiarnos de la crítica online? ¿Y qué hay de esos críticos que ahora se hacen llamar a sí mismos “de verdad” y desacreditan a los nuevos agitadores de la red? Hmmm...


Bien. Cierro el libro. Es malo, y tengo tres opciones: o lo reseño y digo la verdad, o vuelvo a dejarlo en la estantería y hago como que aquellos dos días de lectura nunca existieron, o, lo que es peor que lo anterior, engaño a mis lectores.


Reseñar desde la honestidad o no reseñar


Si piensas que no hay por dónde agarrar el libro y no tienes nada ni interesante ni positivo que decir, ¿por qué hacer una crítica?
P. D. James, La hora de la verdad


¿Acaso lo negativo no puede resultar interesante?, respondo yo. Como bien dice la editora Aguiar, la crítica negativa siempre ayuda. Claro, no vale con decir “este libro es una bazofia” y pasar a otro asunto. No, criticar es profundizar, analizar y luego explicar, sin necesidad de contar el argumento de cabo a rabo, qué es lo que nos gusta y por qué, y qué es lo que no nos gusta y por qué. Y ayuda porque el buen editor, en lugar de cogerse el mosqueo del año, agradece y atiende para conocer los gustos y tendencias de los lectores; porque el autor de la obra (no el de los berrinches, el otro) descubrirá en qué ha fallado su trabajo o qué es lo que menos ha gustado; y, para mí lo más importante, el lector sabrá a qué atenerse antes de comprar el libro. Y esto de verdad que es muy importante, porque si no somos pretenciosos cuando recomendamos leer algo, tampoco lo somos cuando recomendamos no hacerlo. Cada lector es un mundo, sí, pero si sólo tuviéramos eso en cuenta no existiría la crítica, sólo la publicidad: hablamos desde la subjetividad para decir sí o decir no, intentando buscar la objetividad en las conclusiones, pero siempre contando con que lo que a nosotros nos ha parecido maravilloso puede que a otro lector le desagrade, y viceversa (salvo excepciones, porque si un libro está mal escrito, por poner un ejemplo, va a estar mal escrito para ti, para mí y para cualquier lector con un poco de experiencia). Se trata ni más ni menos que de ofrecer opinión sin importar quién salga beneficiado y quién perjudicado, de alimentar la buena producción, pero sin ánimo de guiar, cuidado, tan sólo con el firme objetivo de llevar a cabo nuestra labor como lectores críticos lo mejor posible, ayudando, cooperando, trabajando por una literatura juvenil cada día más competitiva y sana para los lectores.


Sigue P. D. James: Todas las reseñas proporcionan al libro una publicidad que le viene muy bien y es una pena desperdiciar espacio con un libro pretencioso o deshonesto cuando podrías estar diciendo algo de valor sobre una lectura que lo merece.


Lo que ocurre es que no somos publicistas, aunque a veces reconozco que lo parecemos, y lo que de verdad nos debe importar no es eso precisamente. Por otro lado, considero mucho más respetuoso y justo (de valor, sí) reseñar un libro malo dedicándole el tiempo necesario que no hacerlo, despreciarlo y olvidar que ha existido y lo has leído. Eso no lo merece ni la más pésima de las obras, aunque su autor lo prefiera.


La excepción a esta regla, continúa P. D. James, serían las obras de escritores consagrados que se aguardan con expectación, cuando todo el mundo espera el veredicto de los grandes críticos.


Sfer en Librosfera se opone: En un mundo en el que el marketing tiene tanta fuerza me pregunto si sirve de algo la crítica negativa... ¿Qué puedo hacer yo contra la maquinaria de Gerónimo Stilton, por ejemplo?


Mira, en esto estoy de acuerdo con James. Con más motivo, los grandes, los que están en todas partes (me temo que pocos escriben juvenil, claro) deben recibir una crítica honesta (para variar, digo). Pero lo que el crítico tampoco puede hacer es ensañarse más con ellos que, por ejemplo, con el novel. Insisto, la publicidad no es lo nuestro, nosotros simplemente valoramos libros, y el contexto, en este caso, no debería influir, porque estamos para opinar, no para decidir qué se vende y qué no.


Así de dura y así de útil es la crítica negativa. Y estos han sido los motivos por los cuales en este diario reseñamos tanto lo que nos gusta como lo que no, que equivale a decir que reseñamos desde la honestidad.


La falsa crítica


Por desgracia, esta es la que más abunda, la que engaña al lector con excusas sociales y/o laborales que sólo atañen al crítico, esa que escogen aquellos a los que parece importarles poco su credibilidad, porque, eh, ¿qué pensarán tus lectores cuando gasten su dinero y se terminen sintiendo estafados? ¿Te volverán a creer? Mal asunto, amigo.


Si en los grandes medios de literatura juvenil (entiéndase que lo que para la literatura juvenil es un gran medio resulta minúsculo para la adulta) ya es complicado encontrar crítica negativa (¿para qué voy a reseñar este libro, si igual a alguien le gusta? Vuelve a leer desde el principio), más complicado es encontrar un blog en el que su autor, adolescente por norma general, haga crítica negativa constructiva, porque o se limita a soltar un “no me ha gustado” o, lo que es más frecuente, se debe a las relaciones que mantiene con editoriales y escritores (¿me seguirán mandando libros?, ¿se enfadarán conmigo?). Y así pasa, que la red acaba inundada de publicidad barata que sólo perjudica al desarrollo de nuestra literatura.


Podemos entender  [...] que una revista como Qué Leer o los suplementos culturales de los periódicos sean complacientes y no se atrevan a señalar qué libros, y por qué, son malos o malísimos. La vida de esas publicaciones -todos lo sabemos- depende de la publicidad y de la buena relación con las editoriales. Hay nóminas que pagar y bocas que alimentar. Pero que un blog, que no cuesta un duro, se arrastre como un perrito faldero ante las editoriales a cambio de cuatro libros o de un minuto de fama, es un escándalo.
Sargento Margaret, Patrulla de salvación


En este estupendo blog del que me considero fiel seguidor han levantado una guerrilla contra espacios como La tormenta en un vaso (coordinado por Care Santos), acusándolos de no haber ofrecido crítica negativa a ninguno de los más de mil títulos reseñados desde 2006. La misma Care Santos se animó a responder advirtiendo de que se trata de un espacio de crítica positiva en el que pretenden servir como “recomendadores cualificados de lecturas”. Sargento Margaret, que escribe bajo pseudónimo, no tardó en puntualizar:


¿No te das cuenta de que decir “crítica positiva” es una falta de respeto a la inteligencia del lector? Quien lee una reseña quiere que le cuenten la verdad, no la parte positiva de los libros que el crítico lee. [...] Para que un buen lector establezca una relación de confianza con un crítico es necesario que lo vea ejercer de crítico en toda la amplitud del término.


Y yo me pregunto: ¿qué opinas tú, lector de El Tiramilla, de todo esto? En mi opinión (haciendo un guiño a estas tres palabras que tanto le gustan a Care), ninguna de las dos, ni Margaret ni Care, ha estado muy acertada. La primera porque debería respetar la voluntad de los que deciden reseñar sólo lo bueno (a fin de cuentas, precisamente porque blogueros como estos no cobran por su trabajo, tienen el derecho de hacer con sus bitácoras lo que quieran), y la segunda porque debería comprender que un espacio como el suyo, tan grande y tan importante, hace un flaco favor al futuro de la literatura y al desarrollo de la voz lectora. Y no estoy siendo complaciente, en absoluto, sólo intento ser realista y hablar aquí con la misma sinceridad que caracteriza a mis críticas.


Los críticos internautas (a menudo simples blogueros o amigos de los autores) están sustituyendo en la red a los verdaderos especialistas, aunque con resultados deplorables, por lo general. Es ya asombrosa la cantidad de aficionados que pontifican sobre la literatura.
Ricardo Senabre, El Mundo


Si no fuera porque sus palabras atufan a desprecio, le daría la razón al señor Senabre, porque de la red cada vez te puedes fiar menos. Ahora bien, no caigamos en la hipocresía, que mucho me temo que lo que de verdad les inquieta a estos "verdaderos especialistas" es que los blogueros puedan llegar a mentir tan bien como lo llevan haciendo ellos unos cuantos años. Y que encima el lector los prefiera, cosa bastante lógica, ya que, puestos a confiar sin hambre de crítica tradicional, mejor hacerlo en alguien que no recibe un sueldo por su trabajo. Menos posibilidades de engaño, ¿no?


La diferencia entre unos y otros reside en que la nueva crítica online todavía está a tiempo de rectificar, a tiempo de darse cuenta de que su mejor baza es la honestidad. Es lo que la convierte en una crítica competitiva capaz de enfurecer a muchos Senabres. ¿Lo vamos a dejar escapar?


Serán los lectores quienes decidan si de verdad necesitan una "crítica literaria" en el sentido tradicional. Internet nos ha traído otras formas de debate igual de válidas.
Paul Ingendaay, El País


Muy cierto, y cito a Ingendaay para recalcar que no dudo del valor de la crítica como arte, pero ahora mismo está demostrado que lo que el lector está pidiendo (ya no digo sólo el juvenil, que por supuesto) es crítica como recomendación. A secas. Y esta crítica como recomendación también requiere cualidades como la madurez, la inteligencia, el respeto o la experiencia, y si esto falta, al menos que permanezca la honradez. Con lo cual, reduzcamos el asunto a una frase populista: a nosotros se nos entiende y a vosotros no.


Atribuir responsabilidades a un bloguero adolescente que reseña bajo coacción es muy arriesgado (aunque cabe señalar que sorprende la cantidad de blogueros ya no tan jovencitos que sucumben). Yo desde aquí animo a todos los blogueros que nos leen a que no se dejen manipular, a que digan lo que piensan realmente de los libros que reciben, que eso nos ayuda a todos un montón; pero ya está, luego es el lector el que decide en quién confiar y en quién no. Y si alguien se mosquea por una reseña negativa, allá consigo mismo.


He perdido algún contacto al publicar una crítica negativa, asegura nuestra redactora Cristina Anguita. En una ocasión, contaba Alba Úriz hace unos meses en nuestros Renglones Propios, la editorial me pidió que demostrara esos errores [...] de los que hablaba, me amenazó con una denuncia y, como colofón anti-profesional, me exigió una rectificación pública. Hay autores, dice Cristina, que incluso a raíz de una crítica negativa empiezan a desprestigiar al bloguero. Pero no sólo autores y editoriales se dejan llevar por este tipo de rabietas, también, en ocasiones, hasta los propios lectores: fans que no captan el límite que separa a la crítica del crítico, dice Alberto L. Martínez, otro de nuestros redactores, o simplemente lectores que sólo quieren que les hablen bien de los libros, apunta Alba. ¿Independientemente de si son buenos o malos?, pregunto yo. ¿Acaso nos importa tan poco la calidad literaria de la que nos nutrimos? ¿Y qué hay de los que, a falta de argumentos mejores, dirigen su furia hacia el autor de la crítica?


El crítico puede quejarse de su descrédito pero ¿quién mejor que él para comprender la necesidad del juicio? ¿Quién le hace la crítica al crítico?
Pablo C. Reyna, Crónicas Salemitas


Estoy de acuerdo pero sólo hasta cierto punto, y por eso matizo: el crítico honesto, el que no se vende, ni puede ni debe ser criticado como persona (y se dan casos, ya lo creo), porque este crítico en sus reseñas, en lugar de hablar de su trayectoria, de su formación o experiencia, saca libros a la palestra, cuenta impresiones, y es por tanto eso, y sólo eso, lo discutible. Debatamos, intercambiemos, compartamos, critiquemos opiniones con buenos argumentos pero, por favor, el crítico aparte, que no es responsable ni de lo que disfruta ni de lo que sufre.


Y después de este pequeño apunte en defensa de la labor, concluyo: hacen falta más medios LIJ sinceros e independientes. Me encanta saber qué es lo que gusta, y gusta todo mucho, pero ahora lo que me interesa es saber por dónde no debemos ir, y la crítica negativa nos da la posibilidad de permanecer al día, de, como dice Elsa Aguiar, que haya más de lo que nos gusta y menos de lo que no. Porque como lectores no merecemos tener que elegir entre lo ensalzado y lo desconocido.


Yo ya he expresado la opinión de El Tiramilla, y ahora te toca a ti, lector, explicar tus motivos e ideas en los comentarios de este estudio.


Por Óscar Luis Mencía