Poesía para los alumnos

La poesía, como diría Gabriel Celaya, “es un arma cargada de futuro”. Y dijo bien el poeta, porque hoy, como ayer, como mañana, la palabra verdadera, aquella que nos apunta al pecho y nos conmueve, sigue siendo esencial. “Palabra en el tiempo”, que dijo Antonio Machado.


Nuestros jóvenes adolescentes quizá no lean poesía con asiduidad, quizá prefieran la prosa, que les permite una lectura más rápida, menos comprometida, o quizá aún no hayan descubierto que en el conocimiento de uno mismo se halla la felicidad o, al menos, parte. Y es el género poético el que nos ayuda, les ayuda, os ayudará, a conseguirlo.


Como docente llevo casi 25 años impartiendo lengua y literatura en las aulas de Secundaria. Mis alumnos y alumnas van cambiando, pero algo sigue igual: el brillo en su mirada. Son jóvenes con miedos, con dudas, con vacilaciones. Algunos viven a trompicones su adolescencia, otros quieren pasar desapercibidos, un buen grupo preferiría estar en otro lado, y como escribió Carlos Sahagún en otro poema emblemático que les suelo leer, “Aula de Química”, “La vida estaba con nosotros”. La vida sigue con nosotros. Dentro y fuera.


La vida está en las aulas y se cuela como una mariposa loca en los versos que José Agustín Goytisolo dedica a su hija Julia, suena y resuena en el “Romance de la luna luna” de Lorca, se vuelve reflexiva ante el “Y yo me iré” de Juan Ramón Jiménez, levanta el puño con Alberti y se conmueve al lado de Miguel Hernández, porque la amistad, como bien escribió el poeta, es “querer con uno las mismas cosas”. Pero también se prende del alma de los chicos y chicas la llamada poesía clásica. Y todos, todos, se callan ante la solemnidad de Manrique, “Avive el seso y despierte”… y todos todos se emocionan con la pequeña niña que en Burgos le pide al Cid, “buen Cid, pasad”… y todos todos se ríen con el labriego de Berceo que cambiaba “los mojones”… y disfrutan como nunca con ese hombre “pegado a una nariz” de Quevedo… Y que nadie nos diga que eso no es sentir la poesía.


Escribo todo esto para demostrar que no es cierto que a los jóvenes no les guste la poesía. Eso sería tan absurdo como decir que no les gusta respirar. Lo que sucede es que los libros de poesía no abundan, no se prodigan, no se dejan ver… hay que buscarlos y perseguirlos como piedras preciosas. Cuando un joven se queda prendido de un verso, ya nada será igual en su vida. Seguro. Porque aprenderá a ver las cosas desde otro punto de vista, con “otra mirada”.


Los adolescentes a menudo, eso dicen, cuando llegan a Secundaria pierden las ganas de leer porque quizá las lecturas se encorsetan o quizá les haga falta un equilibro en sus vidas. Es entonces cuando la poesía cubre su misión. Hemos leído en clase Poesía española para jóvenes (2005) y Raíz de amor (2007), ambos libros preparados por Ana Pelegrín, y cuando han desaparecido los “deberes escolares” y se han dejado escuchar los versos, la poesía ha triunfado.


Por otro lado, a los jóvenes no solo les gusta escuchar poesía, sino recitarla y escribirla. Buena prueba de ello son haikus que, a menudo, hemos elaborado en clase. Y es que la poesía sigue siendo esencial, aunque no todos sepan verlo.


Por último, hay un poeta que es muy estimado por mis alumnos y alumnas por su frescura, porque va directo al joven, porque sabe hablar su mismo idioma sin renunciar al “buen trovar”. Me refiero a Raúl Vacas. Hemos disfrutado y seguimos haciéndolo con sus libros.


Así, Consumir preferentemente (Anaya, 2006) supuso una bocanada de aire fresco en mis clases porque, por ejemplo, todos se quedaron pasmados cuando les pedí, a imitación del poeta, que escribieran un poema como si fuera un mensaje al móvil.


Como bien escribe Raúl Vacas en su blog: "Este es un libro para inmiscuirse en el mundo; para recuperar el tiempo y engrasar los sueños y las utopías; para trepar a un universo de andar por casa y encender la luz en un poema o para descubrir, al otro lado del ojo de la cerradura, el tráfico diario de las palabras. Creo que la literatura y la vida son una misma cosa y que la realidad y la fantasía no tienen en sus tapas fechas de caducidad, aunque convenga consumirlas preferentemente."


Esto y ESO (Edelvives, 2010) es otro descubrimiento reciente de Raúl Vacas. Está organizado en torno a las principales asignaturas que se cursan en la ESO y es la prueba de que la poesía está hecha de la misma sustancia que la vida. El libro, por fortuna, tiene poco de académico porque es un poemario libre, directo y original que habla al chico o chica de una forma directa para demostrarle que la poesía no es algo “vetusto” que el profesor de turno le impone, sino mucho más:


“Pasa, lector, y ocupa aquí tu asiento,
abre este libro, hojea sus materias,
siente del corazón las cosas serias,
prueba el remedio del conocimiento.


Será la geografía tu alimento,
sangre la nueva historia en tus arterias,
secundarias las fiestas y las ferias,
la biología tu mejor sustento.


Lee cada poema con paciencia,
estudia los idiomas de los besos,
las matemáticas de tu existencia,


y así, cuando conozcas tus excesos
y aprendas a vivir con otra ciencia,
podrás recomendarlo a estos y esos.”


Hay otro libro más como Antología poética (Anaya, 2004) que está formado por 43 poemas de autores dispares que hablan del amor, de la muerte o del sentido de la vida, y que, por cierto, también interesa mucho a los lectores, no solo por los textos, sino por las ilustraciones de Sean Mackaoui.


En suma, tal vez no sea culpa de los jóvenes no saber disfrutar de la poesía, sino de aquellos que se la hurtan o que no saben mostrársela. Cuando la poesía se quita todos los velos… ya nada volverá a ser igual.