Cada uno de su padre y de su madre

Una estantería. Libros. Una colección en la que se repiten el nombre del autor y el título genérico. ¡Qué bonito! ¿No? Al menos a mí me encanta. Me encanta cómo queda tener una saga completa, todos los ejemplares juntitos, con ese diseño conjuntado, los lomos de la misma altura, el mismo tipo de encuadernación… ¡Magnífico! Qué pena que a veces a los responsables de las editoriales se les olvide esa satisfacción que podemos sentir los lectores al admirar nuestras estanterías. ¿Por qué? ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué les da por abandonar el diseño con el que han comenzado la colección? O ¿por qué comienzan con colecciones que luego abandonan y han de ser retomadas por otra editorial? ¿Y por qué esas editoriales “retomadoras” no enganchan con la estética anterior? Esto es algo que suele hacer mucho Círculo de Lectores. ¿Sabéis quién comenzó a comprarle la saga Harry Potter y ahora tiene cada ejemplar de su padre y de su madre? Sí, yo… pringado de mí. Lanzó los cinco primeros títulos con un tipo de ilustración en cubierta y de pronto, sin anestesia ni nada, nos encontramos con que había adoptado las mismas ilustraciones que nos ofrecía Salamandra para el sexto y séptimo volumen.


¿Y sabéis quién comenzó con Círculo de Lectores la serie Septimus, de Angie Sage, y a partir del cuarto título tuvo que irse a otro lado a buscarla (Montena) y encontrarse con que el tamaño de los ejemplares era diferente? Sí, de nuevo era yo. Y aunque al menos esta vez se respetó el diseño original de las cubiertas y el tipo de encuadernación, se cambiaron las medidas. Y me pregunto: ¿por qué? Si la editorial no hubiese cambiado el tamaño, no habría atentado contra la estética de mi estantería. Y en tiempos de crisis no estamos como para volver a comprar los libros.


Pero no es sólo con Círculo de Lectores con quien corremos ese terrible riesgo de que nuestras colecciones se queden cojas, no. Por desgracia. En El Tiramilla ya hablamos hace un tiempo de un caso concreto, el de los castillos de Wynne Jones: en nuestro país se han publicado los distintos títulos de la serie por diferentes editoriales, sin respetarse así una misma línea en cuanto al diseño.


Otro caso, además reciente, es el de José Antonio Cotrina con su trilogía El Ciclo de la Luna Roja. Sus dos primeros tomos los publicó, en tapa dura y con gran éxito de ventas, la editorial Alfaguara, y sin que nadie entendiese el porqué, dejó colgada la saga. Menos mal que Hidra ha tomado el relevo y ha publicado el desenlace de tan apasionante historia. ¿Y cómo nos la presenta? En tapa blanda, sí, pero ha tenido el admirable detalle de reeditar los dos títulos anteriores con un diseño acorde con el suyo. Le aplaudo desde aquí y le doy las gracias. Por su parte, Carolina Lozano se ha visto inmersa en una situación similar con su saga Las sendas de la profecía, que nació de la mano de Via Magna y ha podido resolverse gracias a Mundos Épicos.


Son tantos los ejemplos que podríamos poner que no terminaríamos nunca, así que sólo me queda hacer un llamamiento a quien corresponda: por favor, señoras y señores encargados de ofrecer colecciones, comprométanse a completarlas primero ustedes.



Por T. C. Ferri