Divergente

El éxito que ha cosechado Divergente en Estados Unidos hizo que tuviera muchas ganas de probarlo, y una vez leído resulta fácil darse cuenta de que su gran aceptación entre el público se debe a que se trata de una lectura con un ritmo que no da descanso, llena de acción y con una trama romántica de regalo entre Tris y Cuatro que no se basa en un amor a primera vista facilón. En general es un libro muy sencillo y sin pretensiones, con una trama también sencilla y unos personajes aún más sencillos que ofrecen un rato de diversión y distracción. Sin embargo, ya dejé claro que cuando abro una novela distópica espero algo  de sustancia, y Divergente no me la ha ofrecido. Para empezar, el concepto que da título a la obra no me convence, porque en la historia se nos vende como una cualidad muy especial algo que es la norma en la vida real: que nadie encaja al 100% en una casilla u otra. No quiero empezar con comparaciones, pero es inevitable recordar cómo J. K. Rowling reveló que el Sombrero Seleccionador también tenía en cuenta la elección de los alumnos. Obviamente, la sociedad de Tris no, pero aun así en teoría la mayoría de la población debería sacar un Divergente en el test. Además, también me pregunto qué hay más allá de Chicago, porque ¿cómo puede una ciudad sola mantenerse en medio de una zona catastrófica? ¿Qué ha pasado con el resto del mundo? No hay un trasfondo claro sobre cómo se llegó a esta nefasta idea de dividir la sociedad en facciones, así como tampoco lo hay en los personajes o sus relaciones, simples a más no poder, con la exepción de Cuatro. Sí, Cuatro, porque Tris a veces me parecía demasiado vacía como para poder simpatizar con ella, aunque reconozco que en determinados momentos la animaba a darle una paliza a más de uno de los sociópatas que la rodeaban en la base de Osadía. También me ha parecido que se ha desaprovechado la parte del entrenamiento, a pesar de que ocupa las cuatrocientas primeras páginas. Si os preguntáis cómo, creo que hubiese sido interesante explorar de qué manera una situación semejante de violencia y rivalidad extremas puede hacer mella en el comportamiento de las personas, y aunque la autora lo intenta con dos o tres personajes, nunca cala del todo. Pero creo que el mayor crimen de Divergente es que la trama no se hace presente hasta las ochenta últimas páginas de las quinientas que componen la historia, cuando el verdadero baño de sangre empieza.


Pese a todos sus defectos, reconozco que la lectura de Divergente me ha resultado amena y estoy segura de que gustará al público español tanto como al estadounidense gracias a ese ritmo imparable, esa acción constante y esa trama romántica bien desarrollada. Pero como distopía no convence: tanto a sus personajes -con la notable excepción de Cuatro-, como a su trama les falta profundidad para lograr quedarse en la mente del lector tras haber cerrado el libro. Sin embargo, también hay que recordar que Veronica Roth es una autora novel que aún tiene mucho que escribir, y a pesar de sus fallos Divergente no deja de ser un debut muy interesante.