Cuestión de edad

A veces no sé por qué las editoriales se molestan en catalogar los libros por edades. Total, cuando el protagonista es un niño o un adolescente siempre hay gente que asocia su contenido al público joven, sin tener en cuenta su trasfondo o las intenciones del autor al escribirlo. Como lectora de literatura adulta y juvenil, sé muy bien que esa etiqueta no suele ser correcta: libros como La evolución de Calpurnia Tate o El nombre del viento, pese a tener protagonistas de corta edad, distan mucho de narrar historias con el carácter formador habitual del género juvenil. Tratan temas con los que un adulto puede disfrutar, y no porque el narrador les traiga recuerdos de su infancia, sino porque a partir de un muchacho se recrean situaciones que llegan a personas de cualquier edad. Que los citados libros puedan ser leídos por jóvenes no los hace juveniles, puesto que por poder, cualquier adolescente puede coger un libro adulto y entenderlo. Sí, señores, literatura adulta no tiene por qué ser sinónimo de "difícil de leer"; de hecho, hay muchos escritores populares con una prosa sencilla, como Dan Brown o Ken Follet. De todos modos, la culpa de estos errores no se limita a los prejuicios de algunas personas: por suerte o por desgracia, casi toda la oferta juvenil de la que disponemos está protagonizada por jóvenes. Y me diréis, "a los adolescentes nos gustan los personajes con los que nos podemos identificar", un punto de vista que entiendo en gran medida. No obstante, ¿de verdad hace falta que absolutamente todos los libros juveniles tengan protagonistas de estas edades? Creo que los escritores deberían arriesgar, traernos relatos sobre adultos que a su vez traten temas orientados al público juvenil. La imaginación tiene posibilidades infinitas, y al igual que nos hemos enamorado de secundarios como Haymitch (Los Juegos del Hambre) o Amma (Hermosas criaturas), ¿por qué estos no podrían cargar con todo el peso de una trama argumental a sus espaldas? ¿Quién dice que no funcionarían entre los chavales? Si no se intenta, no se sabe. No hace falta irse al extremo de escoger a un abuelito como protagonista: bastaría con olvidar el tope de los dieciocho años, edad máxima que podemos encontrar en libros lijeros. Ese es el gran mal de la literatura juvenil: sus temas y características están tan limitados en la actualidad que el lector piensa que algo diferente no le gustará. Unos optan por un solo personaje principal, otros por la parejita, también los hay que prefieren la pandilla... pero siempre adolescentes, siempre. Por mi parte, tengo la esperanza de que esta dinámica cambie algún día y editoriales y autores se atrevan a ofrecer propuestas distintas, tanto en lo relativo a los protagonistas como en otros aspectos. Mientras tanto, seguiré defendiendo que "apto para jóvenes" no es igual a juvenil, por mucho que a veces el mercado parezca transmitir este concepto.