Pomelo y limón

No quiero añadir más letras a lo anterior porque hacerlo significaría contar demasiado; esta historia se merece lectores con todos los sentidos alerta y dispuestos a sorprenderse una página sí y otra también. Begoña Oro, a la que después de este Gran Angular prometo seguir de cerca, sabe bien lo que se dice. Lo hace adentrándose en la mente adolescente con naturalidad, frescura y sin prisas; cotilleando sus pensamientos con la amabilidad de quien comprende y compadece para desvelarlos luego poquito a poco con muy buen tino; y procurando siempre elegir bien las palabras con las que contar cada parte de la historia, que cambiará si ponemos un adjetivo aquí, allá o acullá, pues esa es la magia poderosa de quien elige narrar. La Oro, como se hace llamar en su blog, nos enseña que las pequeñas cosas importan, que lo invisible es la esencia y que la intimidad es un bien preciado a veces amenazado por fieros cocodrilos. Y, ya que está y ha trabajado como editora y traductora, ha vivido mil aventuras y es escritora, aprovecha para enfundarse las gafas de profesora y enseñarnos algo de lengua: como la palabra “retórica”, que es la forma de contar las cosas, o “alteridad”, que habla de “los otros” y se refiere a la necesidad que tenemos de contar y dialogar con otras personas, de confiarles nuestros pensamientos y desahogarnos con libertad. De principio a fin la novela se presenta orgullosa como una historia redonda sin cabos sueltos que va y viene y viene va entre flashbacks y vueltas al presente, todo con un tono inteligente, lleno de humor, guiños al lector y fina ironía, y una clara crítica libre de moralina, pero crítica al fin y al cabo, que arremete contra el peligro de desnudar el alma en las redes sociales, el prejuicio infundado o el poco respeto hacia la intimidad de las personas. Y si hablamos de cabos bien atados, tomemos por banda al narrador, esa persona que nos guía a través de la obra, que tan bien cae al lector y que tantas medias sonrisas suscita. ¿Y qué me decís de la edición, por dentro y por fuera? Libre de erratas y faltas de ortografía, con unos dibujos a color sencillamente espectaculares, una tipografía comodísima de leer, una portada estilo revista del corazón que a la historia le va que ni pintada y una contracubierta de mil colores con uno de los argumentos más perfectos que podáis imaginar.


Pomelo y limón sabe a pomelo y sabe a limón, aunque también a cerezas maduras por su dulzura y amabilidad, y esas metáforas tan hermosas que de vez en cuando exprime. Altera narradores sin perderse entre unas y otras voces; hace trotar, pasear y cabalgar el ritmo; y la pluma de su escritora es de lo mejorcito que he leído en los últimos tiempos, tanto como la originalidad con la que plantea lo que en un principio parecía una sencilla historia de amor. ¿A qué esperáis para conocer a Jorge y María? Por cierto, no olvidéis hacer caso de cada enlace que aparece en el libro y visitad el blog de María, pinillismos.blogspot.com.