Quién teme al lobo feroz

Lanzarse a la aventura de la crítica de libros conlleva una carga de responsabilidad porque exige ser honestos, pero la sinceridad tiene un doble filo: quienes vienen a olfatear opinión lo agradecen con el corazón, pero la editorial “perjudicada” no siempre se toma a bien lo dicho; de hecho, hubo una ocasión en la que salí escaldada. Me atreví con un libro realmente amargo: historia floja, pluma triste y, lo que es peor, edición plagada de erratas y errores como la copa de un pino que en mi crítica comenté entre asombrada e indignada. La editorial me pidió que demostrara esos errores garrafales y de colegio de los que hablaba, me amenazó con una denuncia y, como colofón anti-profesional, me exigió una rectificación pública. Acabáramos. ¿Me retraje o alcé bien alto la cabeza? Mis principios me impidieron rebajarme a su nivel y convertirme en su cordero, si bien como una tonta me tomé la molestia de sufrir la relectura de la novela apuntando error tras error. A las señoras de la editorial se les ocurrió entonces la idea de acusarme de mentirosa, aunque la boca se les quedó pequeña cuando les expliqué amablemente que no tenía ningún problema en reivindicar mi falta de culpa con fotografías de las páginas citadas. Expresé también mi decepción ante su actitud y creo que fue en ese momento cuando cortaron de raíz la buena relación que nos había unido durante meses; por supuesto, jamás llegaron a pedirme disculpas. Naturalmente, ahora hago como que esa editorial no existe, y aunque es un juego demasiado infantil, creo que no queda otra. Por desgracia, en este país son varias las editoriales que se molestan y atacan al personal cuando se habla mal de sus libros; una situación vergonzosa que no cesará hasta que críticos y lectores nos revolvamos contra ella. Hay que alzar la voz cuando lo que se nos vende no tiene la calidad esperada, debemos ser sinceros en nuestras opiniones porque muchos lectores van a creernos a pies juntillas y tenemos que hacernos respetar aunque eso signifique que algunas editoriales nos den con la puerta en las narices. El tiempo hará como el lobo feroz, que soplará y soplará, y derribará sus casas hechas de paja.