La joven de la perla

Griet es una muchacha de dieciséis años que en el año 1664 debe empezar a trabajar como criada en la casa del pintor Johannes Vermeer y su familia, en la localidad holandesa de Delft. Enseguida tiene problemas con la esposa y una de las hijas, lo que hace que su estancia allí se vuelva insoportable, aunque no puede dejar el empleo porque sus padres necesitan el dinero. La historia se complica cuando el propio Vermeer se posiciona a favor de Griet y la invita a subir a su estudio, un espacio prohibido hasta para su propia mujer. La joven empieza a sentir algo hacia su amo, un sentimiento que no es amor ni atracción, sino algo que va más allá: fascinación, mezcla de admiración y amor, con la consciencia de que se trata de un amor imposible.


Tracy Chevalier es una experta en imaginar la historia que hay detrás de una obra de arte, y en La joven de la perla lo hace con el cuadro que da nombre al libro (también conocido como la Mona Lisa holandesa o Muchacha con turbante). Griet, por lo tanto, es fruto de la imaginación de la autora y los únicos elementos reales de la novela son las obras del pintor Vermeer: a raíz de ellas nace la historia de la chica que posó para el famoso cuadro.
La novela gira alrededor de Griet y su evolución a medida que se acerca al pintor y la situación en la casa se vuelve más tensa. La autora plasma perfectamente las emociones de la joven, consigue adentrar al lector en sus pensamientos y la convierte en una protagonista cercana. Su historia gustará mucho a los amantes de los libros sentimentales —no confundir con románticos—, pues narra con gran destreza el desasosiego y las inquietudes de la muchacha cuando se encuentra cerca del pintor.
Por otra parte, la ambientación está bastante lograda. A diferencia de otros autores de novela histórica, Chevalier no abusa de las descripciones y con pocas palabras nos traslada a la Holanda de la época, hasta el punto de que sientes que acompañas a Griet al mercado o miras de reojo a los visitantes de Vermeer desde la cocina del hogar. Su estilo sencillo y fluido, con un lenguaje asequible, resulta apto para todo tipo de lectores.
Con respecto a los temas artísticos, además de La joven de la perla se mencionan otras obras del pintor (La lechera, Vista de Delft, etc.), por lo que la novela tiene cierto contenido didáctico. Eso sí, no hay que asustarse, porque la autora lo explica todo de forma muy amena y no se hace pesado (más bien al contrario: con las historias que inventa para cada cuadro resulta más fácil acordarse de ellos). En definitiva, un detalle más que otorga valor y riqueza de contenidos al libro.


Pese a encontrarse dentro de la sección para adultos, La joven de la perla reúne diversas características que hacen que también pueda ser disfrutado por los lectores adolescentes: el estilo fácil de leer y una hermosa historia de sentimientos que pueden entender tanto jóvenes como adultos, sin olvidar el elemento enriquecedor de los cuadros de Vermeer. Una novela bonita y escrita con gusto, recomendable para los amantes de lo sentimental y para aquellos que quieran iniciarse en el género histórico.