El diseño de portadas

Hace ya unos cuantos años me topé con un ejemplar de La Historia Interminable que me hizo reflexionar seriamente sobre el tipo de portada que le conviene a según qué libros. En este caso concreto la cubierta de la novela contenía una ilustración bastante feúcha de un niño cabezón y el símbolo del infinito sobre un fondo blanco, lo cual no casaba en absoluto con la idea de fantasía épica que siempre ha inspirado la historia de Michael Ende. He de confesar que soy un amante de las portadas con buenas ilustraciones, de esas que inspiran y hacen soñar, complementando perfectamente la narración que contiene en su interior. Por eso me apena ver cómo han proliferado las portadas sobrias que, aunque elegantes en muchos casos, no cuentan con ese "algo" mágico que nos hace querer saber qué esconde la obra. Y eso por no hablar de las portadas clónicas, cuyo mayor exponente lo podemos apreciar en prácticamente todas las novelas sobre vampiros, con un diseño de cubierta que se limita a plasmar un objeto rojo o blanco sobre fondo negro. Reivindico, pues, ilustraciones como aquellos paisajes oscuros de Alan Lee para El Señor de los Anillos o la reciente portada de El Corredor del Laberinto, con una sobrecogedora fortaleza diseñada por el genial Philip Straub. Aunque no todo tiene por qué ser a base de ilustraciones grandiosas: ahí tenemos como ejemplo las últimas portadas de la serie Laila Winter, llenas de colorido y detalles que convierten a los libros en pequeñas joyas de coleccionista sin perder en ningún momento la coherencia con la ambientación de la novela. No sé si estas reflexiones vienen en buen momento, puesto que con la llegada del e-book, el diseño de portadas parece quedar en segundo plano. Espero equivocarme.