Guantanamo boy

Guantanamo boy, no te voy a engañar, no es una lectura fácil. No porque use un lenguaje retorcido o se haga pesado, todo lo contrario, pues el ritmo es perfecto, sofocante, al igual que la situación de presidio en la que él se encuentra; pero es precisamente esa sensación tan palpable de opresión desgarradora la que convierte al libro en un relato duro. Sin embargo, no te desanimes ante su lectura, porque merece la pena; te encontrarás ante una de esas obras que se leen y nunca se olvidan, que te permitirá relativizar tus problemas y ver que siempre hay una opción. Destaca el estilo de la autora, muy directo, que le permite expresar en cada momento las emociones y pensamientos de Khalid, logrando que empatices totalmente con él y pretendas consolarle y animarle, decirle que todo irá a mejor, aunque no estés seguro de ello. Y ahí radica otro punto a favor de la novela: a pesar de poseer un título bastante revelador, lo cierto es que no resulta para nada previsible, la dirección de la trama no te permite conocer cuál es el siguiente paso; y te encuentras a ciegas, a merced del resto de personajes, como le sucede a nuestro protagonista. Otro punto a favor –y sí, creo que lo son todos- es la manera en la que a través del retrato mental de nuestro amigo encarcelado comprendemos cómo actúa y su porqué. La obra no muestra una moralina patente, sino que a lo que asistirás es exactamente a cómo afrontaría una situación tan brutal alguien de esa edad. Resulta perfectamente creíble la evolución de su pensamiento, contradictorio, al igual que todas las personas lo somos. Los demás personajes aparecen admirablemente trazados, siendo particularmente entrañable el retrato de sus padres y amigos, cuya memoria le permite seguir. Por otro lado se encuentra Tariq, su primo, que también es encarcelado y a quien Khalid culpa de su situación. Los momentos de mayor distensión los aportan los recuerdos de sus amigos Holgy, Nico, Mikael, Tony y Niamh.


Todo lo que escriba es poco en relación con la calidad y la profundidad de sentimiento de esta obra. Anna Perera logra esbozar un retrato totalmente acertado de un adolescente que se ve en medio de un clima de intolerancia al que él no ha contribuido en nada. Una historia realista que muestra que cada persona puede ser víctima y verdugo a la vez, mientras que raza, etnia, sexo, género, etc. no son más que calificativos bajo los que se esconden los miedos más irracionales. No lo pases por alto, te hará pensar.


Por Héctor F. Sánchez